En consecuencia sabe que, a veces
al verse atrapado por las trampas que pone
el coyote pasa la noche
desgarrando su propia pata a mordiscos.
Cuando él se presenta a la mañana siguiente
sólo halla la pata aún asida al cepo
y un reguero de sangre que huye
bosque adentro.
Piensa en eso y en muchas otras cosas.
No puede parar de pensar. No consigue conciliar el sueño.
Percibe el calor que despide su mujer
el peso de su cabecita rubia
sobre el brazo que tiene extendido a lo ancho de la cama.
Se mira el brazo
y se pregunta si sus mandíbulas serían lo bastante poderosas
lo suficientemente resistentes sus encías.
Abre desmesuradamente la boca
en la penumbra de la noche de diciembre.
Poema de Sergi Puertas
Imagen de Pixabay
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