Le he hecho un hueco a mis tristes, murmullos en voz baja;
y no tomaré el nombre de la tristeza en vano.
Entre las inclemencias de la rama dolida
duermen mis gorriones sus momentos de sombra
y se despiertan mudos al hervor del sudario
cuando asombran sus párpados los lamentos del bosque.
El tiempo es un reguero de hormigas laboriosas
heredero de instantes a veces despeinados
donde conviven amplios zaguanes y azoteas
que atisban los oscuros socorros desertores.
Nunca me tomé el nombre de la tristeza en vano
vigilaré que su hambre no se cebe en mis lunas
ni sea ojo de océano ni semilla de noche
ni acento de rastrojos ni escombro de futuro.
Me tomaré las viandas de la llave certera
para abrirle al destino mil brechas clorofila
y en ellas reverdezcan los nuevos arco iris
que permitan que el lirio me encienda y me amanezca.
Yo no me tomo el nombre de la tristeza en vano
pero tampoco aspiro sus humos y cenizas;
doblegaré mis ánimos -no hay culpa ni herejía-
tenazas del rodaje del andar de mi rueca.
Poema de Aborojuan
Imagen de Pixabay
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