miércoles, 16 de diciembre de 2020

Crimen pasional

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El cañón aún vomitaba humo lentamente cuando soltó el arma de una sacudida. Las manos, manchadas de pólvora imperceptible para el ojo humano, temblaban con violencia. Había llegado al extremo. Ocurrió que había destruido algo valioso. Había arrebatado una vida. No había vuelta atrás. Miles de imágenes burbujeantes se cruzaron por detrás de su entrecejo. Ninguna era un buen recuerdo. Tenía la esperanza, al menos, de encontrar en algún rincón de su enajenada mente un momento de paz, algún instante compartido en el que recordase algún atisbo de felicidad. No fue posible. Los últimos días habían sido un caos tan absoluto que se sumergió en la más desconcertante de las locuras. 

Trató de calmarse. Buscó un cigarrillo en los bolsillos interiores de su cazadora de pana marrón. Su favorita. Y también la de ella. Ella… Había una foto suya en el otro bolsillo, donde guardaba el mechero. La sujetó con el índice y el corazón de su mano derecha, mientras agarraba el encendedor con el resto de sus trémulos dedos. Ni siquiera su imagen consiguió apaciguarlo. Ella… alivio y a la vez causa de todo. Lanzó la foto junto al cadáver y encendió al fin el cigarro. Ahora ya solo humeaba su boca, cuyos labios habían recuperado el color de la calma. Dio media vuelta y salió del salón en silencio. Junto a la foto yacía la caja vacía, rodeada de mil pedazos brillantes de plástico, del juego que ella le regaló: el Cyberpunk 2077. Justo detrás, sobre el mueble minimalista del televisor, la PS4 permanecía inerte con un agujero de bala en su carcasa negra.

Texto de A. Moreno
Imagen de Pixabay

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