Hoy me he acordado de algo que sé que jamás he vivido. Ha sido al salir de tomar un café que he visto a alguien que se ha colado en mi cabeza, pero al parpadear ya no estaba ahí y no he conseguido olvidar su cara en todo el día. Serán cosas del frío pensé. La radio y la tele llevan hablando de la ola polar desde la semana pasada y seguro que he sido víctima de algún efecto secundario helado.
Supongo que se habría quedado esa imagen- recuerdo de alguien congelada frente a la cafetería y, al mirarla yo, se ha vuelto humo.
El caso es que no he sido capaz de olvidarme de este recuerdo ajeno. Me hubiese gustado devolverlo a su dueño/a para que hiciese con él lo que le diera la gana. No me gusta tener cosas que no sean mías en la cabeza ni en los bolsillos.
Tampoco puedo ir a objetos perdidos ni a cualquier comisaría a devolver el recuerdo. Me dirían que estoy loco.
He decidio colgarlo en las redes sociales. Ahí publica la gente de todo.
He intentado olvidarme del recuerdo a toda costa pero no ha habido manera. Llamé a mi mujer y me dijo que si lo tenía en la cabeza sería mío. Pero sé que no. No sabía cómo explicarlo pero sé que no era mío.
Y aquí sigo, dándole vueltas al recuerdo. Sin conseguir quitármelo de encima. Incluso he llegado a pensar si no sería ese recuerdo el único real y todos los demás que están ahí guardados en mi testa son los falsos. Lo que querría decir que yo no soy yo, o que ya queda poco de lo que realmente fui y me he ido olvidando de mí mismo con los años.
¡Qué cosas pasan!
Texto de Antonio Ramírez
Imagen de Pixabay
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