Anteriormente en El Cazador De Dioses...
Anuk se encontraba en el interior de lo que él creía un huevo gigante, acercándose cada vez más a una piedra enorme y redonda suspendida en el firmamento. Ahora por fin podía ver dónde había estado todo el tiempo: en las entrañas de un monstruoso pez que nadaba entre las estrellas. Poco a poco se fue dando cuenta de que aquella piedra era todo un mundo. Pero no se trataba de aquel al que una vez perteneció, sino de otro totalmente nuevo. El tono de la tierra lo delataba, era rojiza.
El huevo gigante cayó sobre un lago. La apertura por la que había entrado Anuk se abrió, dejándole paso al exterior. Al fin. Aire libre y puro, agua dulce y un bosque donde cazar y vivir tranquilo, sin criaturas extrañas que lo acosaran. Tal vez encontrara allí una tribu a la que unirse.
Sin embargo, se percató de que, en la lejanía, había montañas huecas y brillantes, así como chozas que se desplazaban de un sitio a otro, que incluso volaban. Y lo peor: cuando se acercó para verlas mejor descubrió que en su interior había seres corpulentos y peludos y con grandes dientes, como uno de los que había visto dentro de aquel pez gigante y luminoso.
Comprendió entonces que su pesadilla aún no había terminado. Ahora se encontraba nada menos que en el mundo de aquellos monstruos. No podía declararles la guerra a todos, no sin el respaldo de una tribu, pero sí que podía refugiarse en el bosque y darles caza. Y eso es lo que haría para sobrevivir, si fuera necesario. Acabaría uno a uno con todo aquel que cometiera la imprudencia de adentrarse en su dominio.
Novela por entregas de Román Pinazo
Ilustraciones de Oscar Silvestre
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