¡Ay si pudiera entrar y salir del cuerpo con la habilidad de los místicos!
Hay días que dejaría ir mi envoltorio a su puta bola. Se levantaría,
se iría a trabajar, volvería a comer, se marcharía de nuevo...
Claro, la gente no notaría nada.
¡Qué sabe la gente de uno mismo! Se forman una idea de lo que ven y la
completan con lo que piensan de mí, insepulto en modo piloto
automático.
Mi yo verdadero, el de dentro, se quedaría en su mundo sin envejecer, flotando y riéndose de
todo sin tener que entenderse con la realidad de lo cotidiano.
Existiendo sólo un poquito, que quizás sea una forma mucho más sensata
de existir, y no involucrándose uno en todo lo que supone vivir. Que
esto de vivir va en serio, ya lo decía el poeta.
Si pudiera entrar y
salir del cuerpo como hacen los místicos sin duda elegiría quedarme
fuera, amputado de mí mismo. Sin miedo a los análisis de sangre y a las
ecografías.
Asomarme a esa ventana con vistas a nosotros mismos en
la que nos vemos atravesar un paso de peatones observando a los demás
sin tener ni idea de ellos, prejuzgando nuestro alrededor. Por supuesto
creyendo llevar razón.
Si pudiera entrar y salir del cuerpo como
hacen los místicos existiría mejor en ese mundo irreal en el que flota
la voz impersonal del contestador automático que responde "el número
marcado no existe". Más allá de los límites de esta realidad apresurada,
ruidosa y agresiva.
Microrrelato de A. Ramírez
Imagen de Pixabay
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