Querido H.G Wells:
Hace tiempo que no le escribo. No por falta
de ganas y sí por carecer de algún rato libre en el que sentarme frente
a un papel. Aquí nadie tiene tiempo de nada. Y casi nadie usa ya papel.
¡Qué complicado enviar cartas a momentos pretéritos! Hay toda clase de
moderneces que nos rodean en este futuro extravagante y rápido, y qué
difícil es enviar un texto a otra línea temporal. Con lo fácil que usted
demostró todo lo relacionado con la cuarta dimensión en 1895. ¡Qué tiempos!
En mi última carta le hablaba de mi experiencia post mortem y, créame
Sr Wells, sigue siendo agradable flotar desnudo entre ancianos de todas
las edades imaginables. Por otra parte he de decirle que la gente aquí
sigue sin leer, que ya no se envían cartas y casi no se habla con nadie.
Todo es a través de servicios de mensajería instantánea y cuesta
realmente entablar una conversación mirando al interlocutor a los ojos. Y
cuando se tiene la suerte de captar la atención de alguien un momento,
éste desvía la mirada a su dispositivo electrónico e inteligente, con lo
que el diálogo se hace casi imposible.
A veces me encuentro con
familiares, amigos y conocidos en este ir y venir de almas en pena. ¡Ay,
con lo que se llora en los entierros, y lo feliz que todo el mundo
parece aquí! Que después sea real o no esa felicidad es otra cosa.
Parecer real, desde luego lo parece Sr Wells. Todos son sonrisas y
posturas. Los hay que no paran de escucharse a sí mismos y hacen
verdaderos esfuerzos porque los demás les escuchemos una y otra vez
decir y hacer lo mismo. Recuerdo aquel pasaje de un cuento que decía que
mediocre no es quien no sabe escribir, pintar, componer o cantar, sino
quien compone, pinta, escribe o canta y es incapaz de ocultarlo,
obligando a los demás a contemplar su obra.
Todos parecen buscar la
perfección que acaba siendo un simple acto masturbatorio, pues dura
poco, se olvida pronto, y es poco valorada por los demás Sr Wells. Se
anda por aquí de meta en meta y el resultado es un estado de frustración
casi permanente como la pobre pescadilla del dicho popular. ¡Y a ver
quién es capaz de cortar el nudo gordiano sin contemplaciones!
Me despido Sr Wells.
Espero que estas líneas escritas desde sea dónde sea que me encuentro le lleguen donde quiera que esté usted.
¡Vivan los viajes temporales!
Microrrelato de A. Ramírez
Ilustración de Saray Pavón
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