El
amor se vende en latas de conserva,
en
escabeche, con tomate o bañado en aceite.
Se
dispensa al por mayor en botes pequeños,
frágiles
y de duración estándar.
El
amor se apila en el dispensario de Cupido
que
nos lo vende en el supermercado,
o
en la panadería de la esquina.
El
amor se vende en pastillas no aptas para farmacias,
mejor
llama a Afrodita en una discoteca.
El
amor se esnifa mejor en los retretes
o
mezclado en un ron cola.
Es
una bomba de relojería
a
la que se le ha acabado el tiempo,
un
juguete roto en una cuna
de
un bebé de treinta años.
Se
rompe en trozos de cristal de bohemia
de
una copa ‘made in China’,
El
amor es un bumerán regalado,
que
no va si no vuelve,
pero
puede perderse por el camino
para
cazar palomas que antes eran mensajeras.
Poesía: Manuel Anarte
Ilustración: Saray Pavón
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