Hay tantos flancos desde los que
se podría abordar que no sé ni por dónde empezar. Evidentemente no quiero
destripar nada de la trama. Y va a ser difícil, teniendo en cuenta que lo que
más me apasiona es el contexto sobre el que se mueve. Se puede comenzar por un
escueto eslogan para invitar a los indecisos a verla. En esta peli encontrarás
todos los géneros en dos horas. Hay acción, hay drama, ciencia-ficción,
suspense, terror. Y para los amantes de la pirotecnia también hay un hueco. Si
queréis recrearos la vista, es vuestro momento. Eso sí, está más que
justificada. No soy aficionado a que todo sea CGI en esta vida, pero cuando hay
que usarlo, hay que usarlo.
Una vez hechas las
presentaciones, me remango para arrojarme al pantano. También pienso que es
casi imposible analizar esto sin entrar en polémicas con un sector u otro: los
que adoran la saga, los que matarían porque no se hubiese producido nada más
allá de El octavo pasajero (Ridley Scott, 1979), los que ven bien
la inclusión de los Ingenieros, los
que odian a estos últimos, los que creen innecesaria la línea argumental
paralela de la creación y el “de dónde venimos” y los que agradecemos y
disfrutamos el contexto filosófico, biológico, político (¿por qué no?) y antropológico.
Si tuviese que ceñirme al apartado meramente cinematográfico, la peli es
correcta. Y lo es porque cumple con las expectativas al eslogan antes
mencionado. Durante la primera hora de metraje todos esos elementos y una
fuerte dosis de adrenalina se entremezclan y nos mantienen expectantes. No da
un momento de respiro. Luego empieza la chicha argumental y entran en juego los
aspectos más metafísicos y que nos obligan (al menos a mí) a pensar. Ocurre lo
que tiene que ocurrir, nos vuelve a acechar y a aniquilar nuestro querido y
perfecto organismo hostil, más acción y adrenalina y fin.
¿Comparaciones? Siempre. Con la
anterior y con las clásicas de la saga, sobre todo con las dos primeras. La
buena noticia es que nadie ha mencionado la horrible Resurrection, por ahora.
Tanto con Prometheus como con Covenant
se pretende, intuyo, dar un sentido, un entorno, enriquecer los
alrededores de una historia que
originalmente era simple: algo se cuela donde no se le espera y hace estragos.
La agonía y la claustrofobia de la primera eran resueltas con un poderoso
instinto de supervivencia unido a la inteligencia de la única que queda en pie
(sin contar al gatete Jonesy). En la segunda entrega, muchos más de esos “no
deberías estar aquí” se hacen con un complejo lleno de colonos (y luego
huéspedes para sus retoños) e intentan ser repelidos a base de fuego,
ametralladoras y músculos cuyos usuarios se convencen pronto de que no les son
de mucha ayuda. En una secuencia vital de su versión extendida, (que no sé por
qué se recortó, habiendo largometrajes aburridísimos de más de 3 horas pululando por ahí) nos dan la pista del
repentino instinto maternal de la protagonista. En la tercera se trata de
otorgar un fondo a Ripley, ponerle nombre y apellidos, gestionar sus otras emociones
aparte del miedo. La convierten en una mujer que ha sufrido ya dos calvarios y
tiene necesidades humanas. Este bien podría haber sido el fin de la saga de la
teniente, pero pretendieron forzar la máquina y estirar su ADN con la siguiente
cinta. Esto daría para otro debate, así que lo dejo aquí. Avanzan poco con la
construcción de este personaje, pero lo enriquecen, adornando esa trama de
organismo cabrón que está hecho para perpetuarse sin importar el cómo y, sobre
todo, el dónde. La nueva hornada se dedica a eso mismo, pero centrándose en dos
aspectos olvidados:
1. ¿De dónde coño sale este
bicho?
2. ¿Y de dónde coño venimos
nosotros, que somos su carnaza?
Lo que plantea un tercero que es
el meollo: ¿qué papel jugamos nosotros y hasta dónde somos responsables en todo
esto?
Precisamente por lo anterior no
hay comparación posible porque se trata de los complementos que terminan de
completar y los que nos hacen comprender, al menos de forma superficial, el
porqué del xenomorfo: su fuerza, su poder, su capacidad de adaptación, su
origen.
Por otra parte, sí cabría
destacar ciertas carencias que son irremisiblemente adyacentes a sus
predecesoras. No es una comparativa, es algo que se echa de menos en general en
el cine actual. Y es la ausencia de unos personajes secundarios tan potentes
que pasan a la historia dentro de su propio film, poniéndose a la altura de los
protagonistas. Véase, y tomando como ejemplo El Regreso (James Cameron
1986), el cabo Hudson (interpretado por
el tristemente desaparecido Bill Paxton),
Hicks, Drake, Vásquez… Incluso Burke, la parte pragmática, corporativa y
detonante del desastre. En pocos minutos se hacen con la pantalla y con
nuestros corazones, para quererlos o para odiarlos, pero se quedan en nuestro
recuerdo. En esta ocasión no se crea o no se dispone del carisma suficiente
para tal fin. Y sin ayuda del guión se hace más difícil aún.
Otra pequeña pega, aunque
comprensible, es la inclusión del organismo hostil no identificado en el tramo
final. Es como un intento de reconciliación con los que abuchearon Prometheus
por la ausencia de esto mismo. Y digo que es comprensible porque van de la mano
en esta línea argumental que nos quieren mostrar. Llámalo como quieras: con o
sin “Alien” en el título, con el nombre de la nave que prefieras. En el
contexto creado para dar sentido a este universo tanto nosotros como el
xenomorfo, compartimos origen. Un caldo de cultivo que nos hizo lo que somos y
que fabricó, por medio de nosotros (directa o indirectamente), el antídoto a
esa enfermedad llamada humanidad. Te puede gustar o no, pero es lo que hay. Es
posible que se rinda tributo a sí mismo tomando nota de la peli primigenia para
hacernos pasar ese mal rato otra vez, y que resuelva algunas secuencias de
forma abrupta y poco pulida, pero el señor Scott pretende que no olvidemos
quien reina y probablemente reinará en el universo. Para saber gracias a quién
tendrás que verla.
Ya en la anterior se atisba y,
desde la primera obra, conocemos sus peligros. En ésta es fundamental y yo
diría que absoluta protagonista: la inteligencia artificial. Nos hace ver sobre
todo lo indispensable que se vuelve y, a su vez, lo molesto que resulta que
tengan pensamiento y criterio propios. Si el bicho encumbra la cadena trófica
del cosmos, Michael Fassbender,
quien encarna a la vez a dos sintéticos, domina la pantalla, la trama, el
elenco y todo lo que se le ponga por delante. Doble papel y doble derroche
interpretativo aprovechado al máximo por el director para sacar adelante el
apabullante entramado moral y psicológico que rodea a un(os) ser(es) que ni
siquiera debería tener inquietudes más allá de las relacionadas con satisfacer
órdenes. Lo realmente interesante es cuestionarse si las desviaciones en sus
conductas se deben a una programación maleable desde el principio o al hecho de
que, como decían en Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993) “la vida
(incluso la sintética) se abre camino”.
En cuanto a esos agujeros en el
guión tan criticados por mucha gente, hay un par de cosas que me gustaría que
se tuviesen en cuenta. La primera: hay cosas que tú, espectador, sabes pero los
personajes no. Por lo que llamar estúpido, inútil, cutre, a alguien que no
tiene ni pajolera idea de lo que está ocurriendo a su alrededor a millones de
kilómetros de su planeta natal, me parece, además de una falta total de empatía
por el personaje, una manera muy torpe de salirse de la película. De hecho, es
uno de los ingredientes básicos en el suspense y el terror, que te haga
cómplice pero no partícipe, una especie de “se mira pero no se toca”; no puedes
cambiar nada, solo temer por el incauto.
La segunda, tiene que ver directamente con la primera. Se debería dar
por sentado que, en esas situaciones, bajo esa presión, con el miedo totalmente
comprensible que te vuelve irracional a no ser que seas el tipo más duro de la
historia del cine, se cometan estupideces y se muera. Hay personajes que bien
por todo lo que han perdido o por lo único que les queda, enseñan los dientes y
olvidan el miedo movidos por la rabia o el dolor. Pero todos nos acordamos del
antes mencionado Cabo Hudson. Un marine preparado para el combate y armado
hasta los dientes pero incapaz de controlar el pánico. ¿Qué nos hace pensar que
un geólogo, biólogo o médico puede afrontar mejor este tipo de crisis?
En definitiva, con sus “fallos”,
menos graves que en Prometheus (Ridley Scott, 2011), (aunque parece que
todo el mundo se ha vuelto un experto en agujeros de guión, pero se tragan
todas las pelis de superhéroes habidas y por haber sin pestañear) entretiene
cuando debe hacerlo, y nos da la oportunidad de pensar e intentar ir más allá.
Aunque explica bastantes cosas, quedan muchas que se dejan deliberadamente en
el aire para que usemos un poco la imaginación. Al menos yo lo hice y me
emocioné pensando en las posibilidades.
De lo que estoy realmente seguro es que esta entrega gira en torno a
Walter y David, los dos sintéticos que quieren ser hombres, cada uno a su
manera y, a su vez también, ven al resto de humanos desde su propio prisma.
Aquí entra, para terminar, la reflexión que extraigo de los dos visionados y de
la que os hago partícipes: ¿qué haríais si poseyeseis todos los conocimientos
del mundo, siendo conscientes de que sois inmortales y superiores en muchos
sentidos a los seres humanos y tuvieseis acceso al germen de la vida, no sólo
de éstos últimos, sino de cualquier otro tipo?
Texto de A. Moreno
Foto (sin luz) de A. Moreno a un trabajo en resina
de poliester perpetrado por él mismo y Saray Pavón
Foto (sin luz) de A. Moreno a un trabajo en resina
de poliester perpetrado por él mismo y Saray Pavón
0 críticas :
Publicar un comentario