sábado, 1 de junio de 2019

El ángel de la ira

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Sin dueño, entre las ortigas,
piedra por pulir, brillabas.

Pie invisible.
(Entre las ortigas, nada.)
Pie invisible de la ira.

Lenguas de légamo, hundidas,
sordas, recordaron algo.

Ya no estabas.
¿Qué recordaron?

Se movió mudo el silencio
y dijo algo.
No dijo nada.

Sin saberlo,
mudó de rumbo mi sangre,
y en los fosos
gritos largos se cayeron.

Para salvar mis ojos,
para salvarte a ti que...

Secreto.

Poema de Rafael Alberti
Imagen de Pixabay



viernes, 31 de mayo de 2019

El Cazador De Dioses - Epílogo

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Anteriormente en El Cazador De Dioses...


Anuk se encontraba en el interior de lo que él creía un huevo gigante, acercándose cada vez más a una piedra enorme y redonda suspendida en el firmamento. Ahora por fin podía ver dónde había estado todo el tiempo: en las entrañas de un monstruoso pez que nadaba entre las estrellas. Poco a poco se fue dando cuenta de que aquella piedra era todo un mundo. Pero no se trataba de aquel al que una vez perteneció, sino de otro totalmente nuevo. El tono de la tierra lo delataba, era rojiza.

El huevo gigante cayó sobre un lago. La apertura por la que había entrado Anuk se abrió, dejándole paso al exterior. Al fin. Aire libre y puro, agua dulce y un bosque donde cazar y vivir tranquilo, sin criaturas extrañas que lo acosaran. Tal vez encontrara allí una tribu a la que unirse.

Sin embargo, se percató de que, en la lejanía, había montañas huecas y brillantes, así como chozas que se desplazaban de un sitio a otro, que incluso volaban. Y lo peor: cuando se acercó para verlas mejor descubrió que en su interior había seres corpulentos y peludos y con grandes dientes, como uno de los que había visto dentro de aquel pez gigante y luminoso.

Comprendió entonces que su pesadilla aún no había terminado. Ahora se encontraba nada menos que en el mundo de aquellos monstruos. No podía declararles la guerra a todos, no sin el respaldo de una tribu, pero sí que podía refugiarse en el bosque y darles caza. Y eso es lo que haría para sobrevivir, si fuera necesario. Acabaría uno a uno con todo aquel que cometiera la imprudencia de adentrarse en su dominio.




Novela por entregas de Román Pinazo 
Ilustraciones de Oscar Silvestre

jueves, 30 de mayo de 2019

El Cazador De Dioses - Capítulo 11: Abre la Puerta

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Anteriormente en El Cazador De Dioses...


La música sepultaba los pasos de Palmer. Cuando llegó a la cocina se asomó con prudencia y encontró allí al cavernícola. Había destrozado uno de los altavoces, pero aún quedaban otros tres que no se atrevía a tocar. Habría sufrido una descarga eléctrica a través del metal de su lanza y eso debió ser suficiente para disuadirlo, así que ahora se limitaba a mirar con resentimiento a las fuentes de aquel sonido tan molesto.

Aunque estaba muerto de miedo, el cocinero pidió a los pilotos que cortaran la música. Después de que lo hicieran, salió de su escondite blandiendo dos cuchillos y gritando de forma amenazante. El cazador no tardó en responder a la provocación y se dispuso a atacarlo, teniendo que correr de nuevo tras su presa cuando ésta se dio a la fuga.

Palmer hizo que lo siguiera por los pasillos hacia el módulo auxiliar, una pequeña nave que podía desprenderse del resto con espacio para quince personas, que disponía además de tres trajes espaciales. Aunque sólo necesitaba uno.

– Funciona. Me persigue.

– Bien. Módulo abierto y listo para cerrarse – le respondió Clark.

Cuando el cocinero estaba a punto de alcanzar la puerta les dio la señal, consiguiendo que se cerrara justo después de haber pasado él y justo antes de que lo hiciera el cavernícola, que, frustrado, se puso a golpearla con la tubería. Aún podían verse mutuamente a través de la doble ventanilla. Palmer no perdió un segundo. Tiró los cuchillos y se enfundó a toda prisa uno de los trajes espaciales. Ni siquiera contestó a Lewis cuando éste le preguntaba por su situación.

– Estoy bien – dijo en cuanto terminó –. Abrid y esperad a mi señal.

La doble puerta que comunicaba el módulo con el resto de la nave se retiró para dejar paso al cazador, que no desaprovechó la oportunidad para abalanzarse sobre Palmer, tumbándolo en el suelo. Intentó sin éxito atravesarlo con su lanza, pues la coraza que llevaba era demasiado resistente. Palmer aprovechó para contraatacar, golpeándolo repetidamente hasta reducirlo. Quiso incorporarse, pero el traje pesaba demasiado y le hubiera costado más tiempo del que disponía, así que prefirió gatear hasta la puerta. Dejó el comunicador encendido para cuando tuviera que indicar a los pilotos que cerraran. Le pillara a él fuera o dentro, aquel desgraciado no volvería a campar a sus anchas por la nave.

Tras un grito de rabia que emitió cavernícola, Palmer se giró un instante y descubrió que no lo había dejado tan atrás como pensaba. Se estaba arrastrando hacia él sin fuerzas, debido a la paliza. Ambos apretaron el ritmo y el cocinero, sin estar seguro de si sus piernas quedaban o no fuera del marco de la puerta, ordenó a los pilotos que cerraran. Éstos obedecieron.


Durante unos segundos, el puente de mando quedó sumido en el silencio y la incertidumbre.

– Elvis ha salido del edificio – dijo Palmer aliviado, casi sin aliento. Lewis y Clark no tenían ni idea de quién era ese al que se refería, pero por su tono dedujeron que su compañero se encontraba a salvo y que el plan había funcionado.

Lewis se levantó y fue corriendo a ayudar al cocinero. Lo encontró tendido en el suelo boca abajo, aún con el traje espacial. Se había quitado el casco, pero no podía incorporarse. El espécimen estaba encerrado en el módulo, golpeando la doble puerta.

– Quieres salir, ¿verdad, cabrón? – dijo el copiloto. Después habló a su compañera a través del comunicador.

– Clark, expulsa el módulo auxiliar.

El cavernícola empezó a alejarse poco a poco. Sus golpes se volvieron más furiosos y desesperados, aunque ya no se oían desde el otro lado. Lewis ayudó a Palmer a despojarse del traje espacial. Éste se encontraba dolorido. Las lanzadas que había recibido en el pecho no lo habían atravesado, pero aún así fueron contundentes. Cuando terminaron, el cocinero se incorporó y echó un vistazo. Se sorprendió al encontrar al salvaje algo menos agresivo, limitándose a clavar sus ojos con desprecio en aquellos que lo habían derrotado. Éstos le devolvieron la mirada por un instante, concediéndose después el lujo de darle despreocupadamente la espalda. Ya no estaba a bordo de la Thaddeus.

Cuando, no sin dificultad, llegaron al puente de mando, fueron recibidos por un abrazo de Clark.

– Joder. ¿Se ha acabado?

– Sí, se ha acabado – le respondió Palmer, abatido física y emocionalmente.

– Aún no – dijo Lewis, señalando algo que veía a través de la cristalera frontal: el módulo auxiliar. Se estaba dirigiendo a Marte. El copiloto corrió a su asiento y activó la artillería de la nave. Estaba a punto de destruir su objetivo cuando Palmer posó su mano sobre el mando.

– No. Déjalo. Saima habría querido que viviera.

Lewis y Clark lo miraron, extrañados. Al ver su expresión, Palmer exhaló una risa nerviosa que a sus compañeros les sonó peligrosamente a demencia espacial. Él también se daba cuenta, pero aún así, intentó defender su postura.

– No, en serio. ¿Cómo habríais reaccionado vosotros? Pensadlo. Morís enterrados vivos y luego os despertáis en un lugar extraño, el reino de las estrellas, rodeados de seres que no comprendéis. Para él somos los que lo han arrancado del mundo de los vivos y llevado con nosotros. Somos dioses, y la verdad, no hemos sido muy amigables con él. Dioses...

El cocinero estalló a carcajadas. Clark le hizo un gesto a Lewis con la cabeza, éste corrió a por sedante y paramensamina. Palmer continuaba con sus delirios entre risa y risa.

– El jodido polo de carne los tenía bien puestos, ¿eh? ¡Es el cazador de dioses! El cazador de dioses... Y nosotros... somos esos dioses. Extraños, incomprensibles, sin alma...

Los pilotos atendieron a Palmer, olvidándose del módulo auxiliar, que se adentró en la atmósfera de Marte hasta que lo perdieron de vista. Cuando consiguieron calmar al cocinero, lo dejaron en su camarote y buscaron los apuntes de Niizaki. Se valieron de ellos para programar las cápsulas. Activando sus funciones médicas consiguieron curar y reanimar a Onatopp, Grijalba, Kruger y G-Carl. Este último les explicó que los demás habían sido absorbidos por la ventanilla durante la descompresión, convirtiéndose en fragmentos cristalizados que flotaban a la deriva por el espacio. Era imposible recuperarlos. También estaba inutilizable el cuerpo de April, aunque no así la CPU, donde se almacenaban sus recuerdos.
Entre todos los supervivientes darían testimonio de lo ocurrido cuando llegaran al sistema Asgard, por lo que no recibirían ninguna sanción.

Cuando Pietrovich recibió el informe, se sirvió un vaso de vodka y reflexionó mientras observaba la vasta vegetación de Nuevo Edén a través de la cristalera de su despacho. Desgraciadamente, no era factible asignar a su sobrina ninguna de las funciones ejercidas por los miembros perdidos de la tripulación. O tal vez sí. Modificando algunos hechos y destacándola a ella y no a Palmer como la heroína de aquel incidente, podría recomendarla ante el consejo como la nueva capitana de la Thaddeus. Era un poco joven para el puesto, pero no había ninguna directriz que lo impidiera. Claro que tampoco estaba especificado nada sobre no realizar encargos particulares a un capitán, y luego las cosas se torcieron un poco. Podría haber sido peor desde luego. Dentro de lo malo, Pietrovich había tenido suerte. No fue necesario que le diera a su hermana ninguna mala noticia. Además, gracias a la discreción del difunto Harris, nadie jamás sabría la verdad.



Novela por entregas de Román Pinazo
Ilustraciones de Oscar Silvestre


martes, 28 de mayo de 2019

La i Revista nº5

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La i Revista, El undécimo arte matrioskópico, ha llegado al 5¡Ya está aquí!. 

Como sabéis 110 páginas a todo color y un precio de risa (4€). Tras la portada de Saray Pavón. encontraréis literatura, música, arte visual de todo tipo, cine y un salteado con muchos ingredientes interesantes (En el lateral de la página podéis ver las presentaciones que haremos :)).

Hemos tenido el placer de entrevistar a Ana Patricia Moya,  ; reseñas de Beatriz Pérez Sánchez, The handmaid's Tale, Cómo explicar física cuántica con un gato zombie y Ciudad Animalhablar sobre Leer o no a los clásicos (Reyes Esteban), Perlas perdidas (HIM), Canciones bastardas V (Queen),  Música en los videojuegos, Malditos noventa II, Sonata Arctica, Los gatitos de Nía, Análisis de arte, Monotipo (grabado), Drink&DrawSevilla, El club de la lucha, Gnosticismo Audiovisual, la primera entrega de Pelis de amor que no empalagan, Abandonados vs. adoptados de videojuegos.

Nos han prestado sus textos Ana Patricia Moya, Garven, Francisca Pérez Lance, IJ Hernández, Francisco Escudero, Irene Flores, Akira, Beatriz Pérez Sánchez, Fran AntúnezChema Villalba.

El arte de Saray Pavón, A. MorenoInma Lozam, Aarón Comino SerranoGarven, Stranger, Botticelli, Zenset, Plaza, Yoshitaka Amano, Andrea Lluch Maroto, Antonio de Zayas, @ViViS3LF, Daniel Jurado Navarro y Iratxo. En esta no hay pasatiempos.

Para todo lo demás, los habitantes de esta casa de locos: Saray PavónAntonio de ZayasÁlex RuizRomán PinazoMario TornilloNacho Delgado, A. Ramírez A. Moreno.

Si eres un apasionado de la lectura, un devorArte... ¡esta es tu revista! :)

Nota informativa:
-Periodicidad: Semestral.

-La portada irá cambiando de colores y de diseño (nos puedes mandar una ilustración a redaccion@laicritica.es).

-Si quieres participar en nuestra revista puedes mandarnos tu texto, reseña, entrevista, idea, ilustración, pasatiempo, etc. (en plural o singular) al mismo email de antes.

-Para publicitarte sigue el mismo mecanismo, correo al canto. Dinos qué opción encaja con tus necesidades/espectativas/economía entre las que ofrecemos. Aquí puedes verlas en simpáticas simulaciones.

-Si tienes alguna duda... ¡plantéanosla en un comentario! :)


Puedes encontrar La i Revista en:
-Caótica C/ José Gestoso, 8 
-La jerónima C/ Jerónimo Hernandez, 14 (Sevilla)
-Librería Padilla C/ Trajano, 18 
-Y disponible en versión PDFHan salido: Nº1Nº2Nº3Nº4Nº5, Nº6, Nº7 (próximamente)

Texto y fotografías de Saray Pavón

No te levantarás de la silla

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Todo comienza el día de Navidad de 1990. The New York Times publica ese día El Cuento de Navidad de Auggie Wren, un cuento navideño sin Santa Claus escrito por Paul Auster. Al director de cine Wayne Wang le gustó tanto que contactó con Paul Auster y le pidió que escribiera un guión con un requisito, que ese cuento tenía que aparecer en algún momento de la película. Y así surgió en 1995 Smoke.

Smoke es una película extraña. No encaja en los parámetros habituales. No hay realmente un protagonista, ni hay un único hilo de narración. Si fuera un libro no sería una novela, sino uno de relatos cortos con un nexo de unión, el estanco de Auggie. Por supuesto que hay personajes que tienen más minutos en pantalla, sobre todo el dueño del estanco, Auggie Wren y el escritor con múltiples problemas personales y creativos Paul Benjamin, pero ellos no son los protagonistas. Tienen su peso en casi todas las historias que se van desarrollando pero su rol suele ser secundario, hasta la última… (respira, que no hay spoilers).
Paul le dice a Auggie que le han encargado que escriba un cuento de Navidad para un periódico pero no sabe qué escribir. Auggie le propone que le invite a almorzar a cambio de un cuento navideño. La idea del director era intercalar la narración del actor Harvey Keitel con una secuencia en blanco y negro de la historia que iba contando pero se dieron cuenta que no hacía falta, si acaso un zoom y algún cambio de plano. Es un momento en el que lo único que puedes hacer es quedarte sentado mirándole a la cara escuchando su cuento navideño, embobado como si volvieras a ser un niño pequeño escuchando las historias del abuelo. La secuencia en blanco y negro se reutilizó para los créditos y cuando la ves lo entiendes a la perfección. Sobraba. Lo único necesario era su voz. En español el doblador fue Camilo García, la voz habitual de Anthony Hopkins y Gèrard Depardieu. Eso termina de decirlo todo. Ahora siéntate, pon la peli e intenta no fumar mientras la ves.

Texto de Álex Ruiz
Imagen de cabecera extraída de www.miramax.com

domingo, 26 de mayo de 2019

Olvidar

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Cómo me es tan fácil olvidar, preguntan, sólo porque te guardé luto el tiempo necesario para restaurar un corazón que nunca se había roto. El mismo tiempo que dejó de correr cuando te fuiste, congelando mi presente en la monotonía de tu ausencia. El que perdí intentando que volvieras.

Cómo me es tan fácil olvidar, preguntan, porque no estaban cuando no era capaz de cambiar las sábanas que aún guardaban tu calor, ni cuando me iba encontrando al paso tus cosas, ni cuando volvía sobre los caminos que un día hicimos juntos. Tampoco en mis horas de insomnio, mirando al techo, llorando, a veces, y odiándote porque tú sí que tuviste fácil irte donde no había nada mío que te recordara, mientras yo estaba encerrada entre cuatro paredes llenas de ti.


Cómo me es tan fácil olvidar, preguntan, porque no saben que tú me ayudaste a hacerlo. Que no dejé de preocuparme por ti, que tú ya no preguntabas por mí… Que no me alejé, que tú hiciste que me fuera… Que me di cuenta que no te había perdido, que jamás te tuve… Que si solo me devolvías dolor, cómo ibas a hacerme feliz… que al final yo ganaba si tú me perdías. 

Y me dices que no tengo medida, porque a lo mejor te preguntas cómo me es tan fácil olvidar. Me vi obligada al olvido, por sobrevivir, y resultó ser muy pronto para el resto del mundo, quizás también para ti. Porque sí, para mí siempre fue tan fácil olvidar… Aunque contigo, a veces, creo que solo intento no recordarte.

Texto y fotografía: Mayte Nékez