Nullius in verba. Si no lo veo, no lo creo. Si estoy mecido en la cola el viento, ¿Dónde queda mi alma? ¿En el Olimpo del sueño? Siento que está a años luz. Algunos dirían que este sentimiento es propio de la despersonalización, efecto secundario de la ansiedad. ¡Pero iros a tomar por culo! !Hombre ya! Que soy consciente que pienso, soy muy consciente de mi quehacer como humano pero el sentir animal es el que no comprendo.
Partamos de la premisa de que hemos sido, tú, que me lees, y yo, que te escribo, educados bajo la perspectiva de que el ser humano, el mono que piensa su propio pensar, es el centro del universo porque él se piensa a sí mismo. Al pensarse a sí mismo piensa en sí todo el universo. Perdón por las expresiones redundantes e inoables, pero al escribir al sentir algo vibra dentro de mí. Al teorizar me desparramo y no siento. Así que intentaré expresarme como si lo sintiera, como si lo que estoy escribiendo fuera mi sangre. Es decir, voy hacer un playback literario.
Mi alma. La tuya. La de todos. ¿No crees en ella? Da igual. Al referirnos a un concepto tan profundo como es el alma, algo invisible e intangible, seguro imaginarás algo parecido a un holograma de tí mismo. ¿Por qué relacionamos tales conceptos? Ni idea. Sólo sé que existe porque está en mi cabeza. El concepto, la caracterización de éste, existe. No seguiré a Descartes y daré por hecho un fenómeno tan “evidente”. No es evidente. Yo nunca he visto a mi alma ni a Dios. Siento miedo y culpa, por no poder imaginar, creer, elaborar, construir, ver, tocar, palpar ni oler a mi alma. Pero siento que tengo algo. No es algo cognitivo ni sensitivo, es decir, a través de los cinco sentidos. El estómago hace cosas, como si el aire recién llegado a mi alma le moviera. Utilizo alma, como concepto, para definir algo invisible, intangible e ininteligible. ¿Por qué siento? Los animales sienten, las plantas sienten, Neptuno siente, las estrellas sienten, los libros sienten. Todo lo que nos rodea siente o, ¿traslado mi sentir a los objetos de mi realidad para ver reflejado mi inconsciente? ¿Es el sentir un mecanismo de supervivencia?
Quizás tan sólo vivir y dejarse llevar es lo que debamos hacer. Sería como entrar en un río; pero si realizas de forma constante una metacognición de tus sentimientos, al instante, todo se desarma, se desmorona. Cuando sientes tu felicidad, y de pronto le pones palabras a tal sentimiento, dejas de sentirlo. Dejas el estado dominado por la inconsciencia y te desplazas hacia el estado consciente. Dejas el sentir y pasas al pensar. He aquí, supuestamente, una de las bases del psicoanálisis. Pero no ocurre bajo el mismo patrón cuando tu sentir es contrario al de la felicidad, cuando estamos “tristes”. Si somos conscientes de tal, no atajas de un hachazo con el sentir. El ser consciente de la negatividad que refleja nuestro cuerpo tan sólo hace ahondarla más o poner ciertos mecanismos en marcha para tirar hacia adelante. ¿Y tú, que piensas? ¿He ahondado en la locura? ¿He provocado en tí tristeza alguna? Al escribir esto y enseñartelo, actuó de forma egoísta ya que tan sólo quiero solucionar un conflicto personal, una gran crisis existencial. Mis dudas no tienen porqué ser las tuyas, al menos, las palabras que utilizamos ante el sufrir. Yo, dejo aquí el testamento del sentir, lo que del pensamiento no pudo huir.
Las ideas enconadas en sufrimiento. Es fascinante el proceso mental, la larga travesía entre la vida y la muerte, entre consciencia e inconsciencia. Un ancho mar recorre las dos orillas y hundido me hallo tras el halo de mi vientre. Bajo el agua tibia y transparente no se observa con la claridad la vida. Mis ojos sufren el efecto sonoro del agua al ver las partículas más insignificantes de la realidad. ¿Cómo me siento? No tengo palabras siquiera para describir mi sentir. Son algunas veces lágrimas las que reflejan el fluir, de la vida misma. Pero me pregunto, cuestiono y planteo la propia bipolaridad de la vida. Los seres humanos sentimos la necesidad de oponer un rasgo al concepto primario, es decir, si la luna está llena, pensamos en la oscuridad de su cara oculta, pero si la duda llega, tendemos a hacer la realidad más oscura. ¿Por qué viajamos hacia parajes de amor y odio? Sin plantearnos el camino nosotros seguimos hacia los sueños escondidos tras esa cara oculta que posee la luna y que siempre anda dándonos la espalda.
Quizás no sea su cara la que observamos noche tras noche, si no su espalda. Cansada está la luna ya de tanto mirar las atrocidades de la tierra, la guerra. Pero se cansó cuando empezó la batalla psicológica, la que no se piensa, si no la que se siente. Siéntose con miedo la Luna por ver llegar la locura. Acción, reacción. La luna miró hacia otro lado. Ojos que no ven, corazón que no siente. Luna a oscuras, no existe atisbo de locura. ¿Que hubiera sido de nosotros si nunca nos hubiéramos planteado que es aquella que gobierna el cielo? Pensamos que es el Sol, el que gobierna con mano de hierro cuando el sargento de nuestro universo está en nosotros, muy adentro. Podemos poseer el universo en un pensamiento y perderlo con un simple sentimiento.
Partamos de la premisa de que hemos sido, tú, que me lees, y yo, que te escribo, educados bajo la perspectiva de que el ser humano, el mono que piensa su propio pensar, es el centro del universo porque él se piensa a sí mismo. Al pensarse a sí mismo piensa en sí todo el universo. Perdón por las expresiones redundantes e inoables, pero al escribir al sentir algo vibra dentro de mí. Al teorizar me desparramo y no siento. Así que intentaré expresarme como si lo sintiera, como si lo que estoy escribiendo fuera mi sangre. Es decir, voy hacer un playback literario.
Mi alma. La tuya. La de todos. ¿No crees en ella? Da igual. Al referirnos a un concepto tan profundo como es el alma, algo invisible e intangible, seguro imaginarás algo parecido a un holograma de tí mismo. ¿Por qué relacionamos tales conceptos? Ni idea. Sólo sé que existe porque está en mi cabeza. El concepto, la caracterización de éste, existe. No seguiré a Descartes y daré por hecho un fenómeno tan “evidente”. No es evidente. Yo nunca he visto a mi alma ni a Dios. Siento miedo y culpa, por no poder imaginar, creer, elaborar, construir, ver, tocar, palpar ni oler a mi alma. Pero siento que tengo algo. No es algo cognitivo ni sensitivo, es decir, a través de los cinco sentidos. El estómago hace cosas, como si el aire recién llegado a mi alma le moviera. Utilizo alma, como concepto, para definir algo invisible, intangible e ininteligible. ¿Por qué siento? Los animales sienten, las plantas sienten, Neptuno siente, las estrellas sienten, los libros sienten. Todo lo que nos rodea siente o, ¿traslado mi sentir a los objetos de mi realidad para ver reflejado mi inconsciente? ¿Es el sentir un mecanismo de supervivencia?
Quizás tan sólo vivir y dejarse llevar es lo que debamos hacer. Sería como entrar en un río; pero si realizas de forma constante una metacognición de tus sentimientos, al instante, todo se desarma, se desmorona. Cuando sientes tu felicidad, y de pronto le pones palabras a tal sentimiento, dejas de sentirlo. Dejas el estado dominado por la inconsciencia y te desplazas hacia el estado consciente. Dejas el sentir y pasas al pensar. He aquí, supuestamente, una de las bases del psicoanálisis. Pero no ocurre bajo el mismo patrón cuando tu sentir es contrario al de la felicidad, cuando estamos “tristes”. Si somos conscientes de tal, no atajas de un hachazo con el sentir. El ser consciente de la negatividad que refleja nuestro cuerpo tan sólo hace ahondarla más o poner ciertos mecanismos en marcha para tirar hacia adelante. ¿Y tú, que piensas? ¿He ahondado en la locura? ¿He provocado en tí tristeza alguna? Al escribir esto y enseñartelo, actuó de forma egoísta ya que tan sólo quiero solucionar un conflicto personal, una gran crisis existencial. Mis dudas no tienen porqué ser las tuyas, al menos, las palabras que utilizamos ante el sufrir. Yo, dejo aquí el testamento del sentir, lo que del pensamiento no pudo huir.
Las ideas enconadas en sufrimiento. Es fascinante el proceso mental, la larga travesía entre la vida y la muerte, entre consciencia e inconsciencia. Un ancho mar recorre las dos orillas y hundido me hallo tras el halo de mi vientre. Bajo el agua tibia y transparente no se observa con la claridad la vida. Mis ojos sufren el efecto sonoro del agua al ver las partículas más insignificantes de la realidad. ¿Cómo me siento? No tengo palabras siquiera para describir mi sentir. Son algunas veces lágrimas las que reflejan el fluir, de la vida misma. Pero me pregunto, cuestiono y planteo la propia bipolaridad de la vida. Los seres humanos sentimos la necesidad de oponer un rasgo al concepto primario, es decir, si la luna está llena, pensamos en la oscuridad de su cara oculta, pero si la duda llega, tendemos a hacer la realidad más oscura. ¿Por qué viajamos hacia parajes de amor y odio? Sin plantearnos el camino nosotros seguimos hacia los sueños escondidos tras esa cara oculta que posee la luna y que siempre anda dándonos la espalda.
Quizás no sea su cara la que observamos noche tras noche, si no su espalda. Cansada está la luna ya de tanto mirar las atrocidades de la tierra, la guerra. Pero se cansó cuando empezó la batalla psicológica, la que no se piensa, si no la que se siente. Siéntose con miedo la Luna por ver llegar la locura. Acción, reacción. La luna miró hacia otro lado. Ojos que no ven, corazón que no siente. Luna a oscuras, no existe atisbo de locura. ¿Que hubiera sido de nosotros si nunca nos hubiéramos planteado que es aquella que gobierna el cielo? Pensamos que es el Sol, el que gobierna con mano de hierro cuando el sargento de nuestro universo está en nosotros, muy adentro. Podemos poseer el universo en un pensamiento y perderlo con un simple sentimiento.
¿Y dónde quedamos nosotros? En las profundidades de los ríos más caudalosos de los océanos. En la nada y en el todo, en la mañana de nuestro entorno, porque es él, y nadie m´s el que encuentra en nosotros la razón de existir.
Maldita incertidumbre la de existir. Planteamientos sinceros aún por abrir. No soy consciente de mi propio consciente. ¿Qué impide ser feliz? La felicidad no es más que un resurgimiento de un fragmento de nuestra ínfima infancia. Es el no sentirse frustrado con las falsas estrellas. Fluir. ¿Pero qué es todo esto que me rodea? Grave crisis existencial, necesaria, amontada en palabras sin alma. Pero es mi alma y no las palabras la que siente. ¿Tendrá alma mi alma? ¿Tendrán entrañas las mañanas? El sentir, y nada más que el sentir impulsa la voluntad de poder. Tal voluntad se siente y nace del inconsciente. Se escapa de toda verdad coherente:
Por dejar la puerta siempre abierta,
nacieron las dudas más inciertas.
volvieron las nubes y sus tormentas.
Y escribo, tendido el olvido,
las siluetas de tu ombligo
y en mis sueños te prohibo.
Pero vuelves,
a mi cabeza siempre vuelves,
para estar conmigo.
Pero vuelves,
a mi lado siempre vuelves,
y no soy más que mi enemigo.
Y por el gentil gesto de abrir,
sacrifique un abril,
por un otoño vivido.
Aire, Aire que falta hace
y que las dudas se encaucen.
Y nos volvemos a encontrar, mecidos sin salidas que estriban la casualidad. ¿Es el final? ¿Son las nubes circundantes agujereadas por ínfimas aves los resquicios de un pasado en balde? El pasado. Todo lo pasado nace de lo necesario, del aquí y ahora, de cambiar nuestro futuro mirando el pasado. !Pero si yo me invento mi pasado! Es una sintonía desentonada, en blanco y negro y sin alas. El pasado pesa y no puede volar hacia ningún corpóreo elemento y por eso reside en el alma. el pasado mismo es el alma de mi alma en un momento pasado. ¡Bah! Son retales de un alma que un día fuí. Este sentimiento de escribir ya es elemento del pasado de mi ser. Ahora yo, el reflejo de nuestro inconsciente captado por el consciente. Tu y yo ahora somos uno. ¿Por qué no bailar un vals?
Y ¿qué fue antes?, ¿la música o el baile? Primero el sentimiento y después la música, y la danza término último como único medio físico humano con el que expresar el mero tránsito de lo vivido. Me siento ahogado, emergido en lo más escondido. Vuelven asperezas inoportunas, por parajes sin fruta alguna que recoger, ni nada por ver. Volar cual ave migratoria que viaja sola. Pero, ¿hacia donde viajo? ¿Dónde hallo aquello que consiga mi adaptación? Traslado, sin respiración, mi ser hacia lo más hondo del alma, y no veo nada, solo restos de lo que un dia hubo. Casas desahuciadas por unos presidentes sin futuro, sin visión de lo que seremos. Allí vivía yo, en una paupérrima casa, sin luz, gas ni agua. Y ahora ando sin esperar nada, sin techo que resguarde este alma desamparada. Hay gente que nace sin lujo alguno y que el propio transcurrir del tiempo les dota de valores inframundos. ¿De dónde sacamos el agua, la luz y el gas? Son hoy “derechos fundamentales!, pero físicos, son tangibles, visibles y entendibles. Y ¿acaso para dar significado a los conceptos invisibles, intangibles e ininteligibles no necesitamos de sus opuestos? Es así. Por lo tanto, acorde a nuestros derechos tangibles nos construimos nuestros derechos intangibles, los que cuidan el alma.
Nuestros derechos, todos, deben fundamentarse a nuestra naturaleza, no como humanos y/o persona sino como ser que siente. El único derecho por antonomasia es el techo. Y me han desahuciado de mi alma. Viaja sola ella quieta por el universo. Y yo, tras ella, siento como mi ser la necesita. Siento que mi razón echa de menos al alma, su locura, que la necesita tanto que sin ella no hay casa ni morada donde duerma sin traducir suspiros en palabras. Viajó mi alma y yo de ella. Sólo en busca de ella, en busca de un techo, sin lujos predominantes, pues llegué a conocer un día a mi alma, y pobre era de maldad y su vanagloria hacia lo carnal le traicionó, le engañó pidiéndole frutos en otoño cuando la primavera, sabía que, más de un lustro tardaría en llegar.
¿Dónde quedará mi alma? En mitad del viaje, lento, escuché las voces de ultratumba gritar por ella, agraciándola. ¿Dónde estarás? Te hablo desde una posición lejana, para sentirte, para poseerte en mi mente toda. Pero no es suficiente. En mi mente te hallas pero no te siento. Te poseo, pero no te siento. ¿para qué tanto pájaro si ninguno termina volando? Que estupidez esto de la sin razón. Las cosas no tienen por qué una razón. Mentira. Las cosas son algo,y un algo tiene elementos y tales elementos han sido poseídos por otros o incluso son partes de otro elemento superior. Que no sepamos la causa de algo no significa que no exista tal. Es a la inversa. Son las causas de nosotros mismo las que no llegamos a entender y la extrapolamos hacia los dioses, culpables de todo. Falso, negativo, error. Somos nosotros. Nosotros poseemos cierta gravedad e interactuamos con elementos gravitacionales. Acción,reacción, ni más ni menos. Somos nosotros la causa de nuestro destino, de nuestro camino . Hay una voluntad, que aún no hemos entendido, ni visto, ni tocado, que es la que nos empuja, nos sostiene y eleva hacia cualquier sentimiento, y acto seguido a un pensamiento. Pero hablo de lo más puro e innato del ser humano, ya que hoy por hoy a través de un recuerdo podemos crear un sentimiento. Pero en térninos evolucionistas fue primero el sentimiento. Fácil analogía. ¿Que fue primero el fémur o el quinto metatarso del pie izquierdo? Es cierto que con el dedo del pie tocamos la tierra, y no con el fémur, pero para que ese dedo haya llegado allí ha necesitado de un tronco tosco y fuerte, vivaz y vivo por ser más grande y alto. Los sentimientos son ese árbol tosco y duro, y es la razón aquellas flores y frutas la que recoge ls delgadas líneas de los rayos el Sol de la sabiduría.
De las dudas sale los sueños. ¿Qué no? Piensa inamoviblemente esta afirmación. La consciencia tiene como función primaria resolver todas las dudas que la inconsciencia proyecta tras la percepción de la realidad. “¿Esto qué es?”, es lo que se pregunta un animal, inconsciente del yo racional, cuando mirase en el espejo. En cambio, un humano se reconoce en cuanto visualiza su forma pero, ¿y su contenido? Al reconocer su forma está reconociendo su yo formal, corporal. Acto seguido la inconsciencia toma forma. La consciencia del yo resuelve la duda de “¿esto qué es?”. Una cuestión que nace de la más pura inconsciencia.
Para el humano que piensa, el de la consciencia, el dormir supone la entrada a la limerencia. Cubierto de miel. Los sentidos están apagados, dormidos. El efecto de la miel avanza al unísono con la piel. Las abejas hacen bien su trabajo para poder quedarnos pegados a un trocito de la realidad. La miel simbioniza el objeto con la mente. Quedas atrapado. Cautivo. ¿Esto qué es? No puedo saber si es un poema, ¡Dios! ¡Ni siquiera sé qué son las palabras! ¡Estoy dormido! Tan solo sé que las neuronas, convertidas en abejas, vuelan alto de mi cabeza. Si vuelve a ocurrir, volveré a pensar que estoy dormido. Tan sólo tengo que despertar.
Quiero dejar ya la duda de una vez y navegar en el galeón de la Verdad. No la mía, sino ¡la Verdad! Abandonar todo agarradero de mi supuesto ser. No importa perder todas las batallas cuando la guerra se libra con uno mismo porque la inconsciencia siempre tendrá más balas que la consciencia. Y las dos formas forman mi yo, pero joder, ¿qué soy yo?, ¿qué es el yo? Más dudas. Dudas tras dudas. Me alejo de ellas. Me alejo de mí. Deseo verme como un día me trajeron mis padres al mundo, en cuerpo y alma desnudo y vibrar con la resonancia del primer golpe de realidad.
Dos orejas, dos ojos, una nariz, una lengua y una piel. ¿Aquí comienza el yo? Primero las percepciones sensitivas, después la modelación de éstas, si no ¿cómo piensa el humano que piensa nacido sin sentidos? No ha escuchado nunca palabra por lo que ¿cómo piensa? ¿Tiene algún yo? Es así como llego a la conclusión de que el yo comienza a través de la percepción y termina al racionalizar, utilizando la consciencia, los sentidos, subyugados a la insconciencia.
Pero vuelvo a la duda. ¿Qué es la inconsciencia? ¿En qué consiste? Una lucha constante entre razón y sentidos. Ojalá fuera tan simple como leer un libro, cerrar los ojos y evaporar cada palabra transportando su significado al suelo del cielo de mi eterna consciencia. Un capítulo más de esta nuestra vida. ¿Qué es la vida sino una duda en sí misma? ¿Viva o muerta? Lo mismo da si lo que sientes te empuja a coger un folio en blanco y un bolígrafo verde y te cautiva de tal manera que pensar no sirve. Fluye cual río, aún lleno de afluentes de los que depende. Toda va al mismo mar.
¿Para qué la duda? Es que todo va al mismo mar, la muerte. ¿Pero no es un conjunto de mares un océano? He aquí la historia humana. La historia recogida en partículas subyacentes bajo la tutela del aire.
Esperar y coger aire. Así piensan los peces. No es que no tengan memoria, es que no la necesitan. Su hábitat y ellos mismos están hechos de la misma materia, agua. Ya son ellos en sí mismos. Fluyen y cogen aire. ¿No somos nosotros acaso unos peces fuera del agua? ¿Unos peces que se escaparon del río por no querer llegar al mar? Por no aceptar el propio fluir me veo fuera del agua, engullido de aire. Necesitado de agua me encuentro, de volver a nadar, aunque sea a contracorriente pero, ¡quiero zambullirme en el material de los sueños! No es nada personal, es que tan solo quiero tener algo que contarles a los peces más grandes de los más profundos de los océanos.
¿Aún sigues ahí? ¿Qué pretendes leyendo esto? Perdonad mis malas formas pero me encuentro bajo la tensión de la dejadez de la soledad. No se puede dar la vida porque sino nos encontramos con la muerte de frente. Tensión y presión al liberar la fiera. Aquí es cuando entra la locura por la puerta grande pero ¿por dónde sale? Bonita palabra, locura, para describir una enajenación mental provocada por la tensión del malestar debido a la pérdida de la vida. ¿Pero la vida no se pierde del tirón? Estamos vivos y de pronto, ¡zas!, ¿muertos?. No, amigo lector. Desde que has empezado a leer esto hasta esta línea y, hasta el día de nuestro fatídico final, estamos muriendo. Pero !Por Dios!
No se le quita a este chaval de la cabeza la muerte. Ya lo sé. Es algo que perturba.
La duda. Eterna pesadilla del hombre. La busca y no encuentra y, cuando huye, ésta la persigue. ¿Qué más tengo que hacer para paliar esta soledad intravenosa? La soledad exterior, la que la piel, es necesaria para comprender la importancia de la soledad interior. De nada nos sirve las mejores compañías cuando el Yo humano, el que siente, no encuentra concordancia con el Yo pensante, el racional. Y, ¿no forman los dos acaso lo mismo? Ante las ciencias empíricas sí, pero hay otro campo epistemológico donde el humano, el hombre que piensa y siente, el que se encuentra escribiendo, el que lee y todo aquel que lleve por bandera la conciencia, se queda en bragas y/o calzoncillos.Se enfrenta el Hombre a una empresa difícil, entender lo inteligible, lo invisible y lo intangible, conceptos que, por sí solos, son productores de dudas. Hay que diferenciar bien tales conceptos para poder guiar dichas dudas y evitar malinterpretaciones de la realidad nuestra que nos rodea.
Empezaré por lo inteligible y lo definiré como todo aquello que no se ha definido, etiquetado ni envasado en nuestra mente o en un documento que dé constancia del entendendimiento de un objeto. Llamaré objeto a todo aquello que podemos percibir de la realidad. Por lo tanto, cambiantes son los conceptos y objetos inteligibles ya que dependen del avance del conocimiento humano. Si trazamos una línea que represente el tiempo, yo, humano que escribe tal, y tú, humano que lees tal, nos encontramos en el epicentro de la línea temporal, quedando en los extremos de dicha línea lo inteligible. Con esto quiero decir que el pasado y el futuro es lo inteligible degradándose en entendible conforme nos acercamos al presente. Lo que nos queda en el presente es lo visible, que podemos convertirlo a través de los sentidos, la razón y la imaginación en conocimiento entendible, quedando como inteligible lo invisible.
Reformulando el concepto o la idea de invisible, llego a la conclusión de que no debe asociarse a todo aquello que no se puede ver sino a todo aquello que no se puede sentir. Si entendemos así a lo invisible, no cometeríamos el error de definir el olor de una rosa como invisible, cuando en realidad es intangible. Pero esto lo veremos después. Volviendo a la idea de antes, lo invisible se relaciona con el tiempo. Todo lo que no ocurre en el presente es invisible racionalmente hablando pero sí visible para nuestra imaginación.
Llegamos pues a la idea de lo intangible, que se relaciona directamente con lo invisible pero si observamos bien, si cogemos una gran lupa y la posamos donde descansa la realidad, vemos que existe una diferencia abismal. Lo intangible es todo aquello que no podemos sentir, pero sí podemos hablar de ello y/o etiquetarlo bajo conceptos, aún sin entenderlo. Todos sentimos nuestra conciencia, aún de forma inconsciente, pero somos conscientes de nuestra inconsciencia. Lo intangible depende de la razón, lo invisible de los sentidos y lo inteligible de la imaginación.
Diferenciados y asociados tales conceptos me pregunto ahora por la duda. ¿Es necesaria? Sí. Pero un sí fuerte y rotundo ya que la duda envuelve los tres conceptos descritos, y superar la duda es superar los dos Yo, el que siente y el que piensa. Es avanzar epistemológicamente hablando. La duda no es más que una puerta, que si se abre correctamente, da la oportunidad de disfrutar de un paraje de ensueño.
Texto de Dany Ruz
Ilustración de Saray Pavón