Padre nuestro que no sé si estás en los cielos o si estás
remendando la materia con tu aguja ríspida
y creo que rápida en taumaturgias, en intrincados
silencios. Padre nuestro, santificado sea el ser
humano que desabrocha sus poros y los entierra
en el tráfico como clavijas o lágrimas; santificadas
sean las manos cuando trabajan y el fruto
es incompleto, cuando se golpean contra una realidad
urdida en piedras unívocas, en promesas molares.
Padre nuestro, venga a nos la difícil sensibilidad,
vénganos de nuestros ojos leñosos, venga a nos
la música con que la respiración ajena no es ajena
sino parte cantábile de la propia. Padre nuestro
que no estás ni has estado en el más mínimo, migajoso
momento: no nos dejes caer en nosotros, en nuestros
artefactos mezquinos, en los adornos malcriados
que en rigor son morralla y llana muerte, morcilla
enjaezada. No nos dejes caer en la carne virtual
cuyas vírgulas acentúan un espacio vacío; no nos dejes
caer en nosotros, a cal y canto en nosotros.
Padre nuestro que acechas el óxido, la pústula
sorda, el sorbo taladro en la nuca del débil, en sus
heridas expuestas al trajinar de la hiena; padre
nuestro y de espaldas, murado de uñas a verbo,
padre nuestro, no nos dejes caer en lo obvio,
en la placidez hipnótica, en la hepática risa con que no
entendemos ni abrimos el pecho como se abre la lluvia
y de largo a largo nos toca, nos lee. No nos permitas
masticar los guijarros porque alguien nos dijo
que serían, al hacerlo, repentinas almendras; pon
palabras en nosotros donde el escueto milagro fue tierra
curtida aguardando ser brote. No nos dejes caer
en la hermética baba, en el bulbo blindado
que al latir es más puño, menos esperma. No nos dejes
caer en los puños resecos, en los círculos
íntegros; padre nuestro, padre tierra y resina,
padre aire mordido con palabras en vano;
no nos dejes caer en las puertas sin llaves,
en la lluvia interina no nos dejes caer. Padre
nuestro, danos hoy la materia normal de cada día,
el grosero milagro, la sintaxis del cuerpo
que a otros cuerpos se aferra; padre ausente,
nos dejes caer en nosotros, a cal y canto en nosotros.
Poema de Miguel Ángel Alonso (25 abril 2012)
Fotografía e ilustración de la portada de Saray Pavón