viernes, 6 de agosto de 2021

Las poetas no somos malditas

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Las poetas no somos malditas
somos desgraciadas
                         fallidas, putas
depresivas, castas
                            anoréxicas
suicidas, locas
                            alcohólicas
tan fácilmente ignoradas.

Nosotras no somos malditas
que suena heroico, romántico
señala a un rebelde, un elegido.

Nosotras no somos malditas
ni tampoco podemos ser benditas.

Nosotras somos la excepción
                     de  la excepción
y todas las categorías
                     pasan de largo
o se nos quedan cortas.



Poema de Ana Pérez Cañamares
Imagen de Pixabay


miércoles, 4 de agosto de 2021

Sobre todo

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Es en las tardes más tontas
cuando profano el acuerdo tácito
de percibir el día y a las gentes
y a las cosas inservibles de plástico
como me enseñaron a percibirlas
un padre simple una mama conforme
y un rebaño de maestros obtusos y ciegos.

El sueño de cordura y sensatez se diluye de pronto
en una vorágine de sinrazón de la que
nadie sale bien librado: El autobús es tan irracional
como el ticket de la compra o mi colección de camisetas negras;
Tan extravagante el señor que me vende tabaco
como mi amiga del alma.

La normalidad se me derrite como un helado de piña
del que todos maman y que yo ya no atino ni a olisquear:
Soy el único que puede ver a los marcianos y estoy solo:
Si hablara me encerrarían y tirarían la llave al río.

Quedo entonces de pie, pasmado
chupando de un cigarrillo ilógico
entretanto en mis tripas se revuelven
las cuestiones que hasta entonces logré amansar
a fuerza de tonterías, cervezas y algún que otro polvo ocasional:
como cuándo dónde por qué y sobre todo para qué.
Sobre todo para qué todo.



Poema de Sergi Puertas
Imagen de Pixabay

lunes, 2 de agosto de 2021

No aspires

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No aspires a disfrutar porque tu placer te destruirá. No aspires a enamorarte porque no mereces que nadie se enamore de ti: los que te amarían te amarían por tu apariencia, nunca por lo que eres. No esperes que la vida te dé algo, porque cada año que pase te quitará algo. Ni siquiera aspires a una cosa tan sencilla como alcanzar la tranquilidad, porque no tienes ningún motivo para estar tranquila.

Fragmento de "Estupor y temblores", Amélie Nothomb
Imagen de Nancy Depew


viernes, 30 de julio de 2021

El último

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Con aspecto de náufrago, el General Crawford desbloqueó la compuerta del refugio. Al abrirla, el sol le cegó durante unos instantes. Recuperó la vista y pudo contemplar con sus propios ojos el horror que lo había estado esperando fuera. Ni su imaginación ni ninguna lectura de los ordenadores le habían preparado para ello. Ahora entendía por qué sus compañeros durante aquellos años, el Teniente Donovan y sus técnicos, no habían sido más que cadáveres uniformados. Silenciosos, inertes, vacíos. Como el resto del mundo. El General, en cambio, había estado en shock cuando repartieron las cápsulas de cianuro, y no le habían dejado ninguna para él.

Crawford se apresuró en su expedición al exterior. Tenía que encontrar provisiones, las del refugio estaban a punto de agotarse. Mientras sorteaba escombros y objetos calcinados, le pareció escuchar susurros. Miró hacia abajo y descubrió que entre los obstáculos había restos humanos. Cráneos. Pisó con más cuidado, pero no redujo el ritmo. Quería dejarlos atrás cuanto antes, temeroso de lo que pudieran decirle. En el refugio los muertos no hablaban; él, como máxima autoridad, se lo tenía prohibido. Pero allí en exterior su rango militar no le servía de nada.

Finalmente encontró lo que alguna vez fue una tienda de alimentación. Estaba casi vacía, pero al menos se mantenía en pie, y aún quedaban en su interior algunos productos. Registrando el local encontró un pequeño montón de latas. Se puso a rebuscar entre ellas hasta que se dio cuenta de que ya tenían dueño.
A pocos metros, sentado en el suelo, había un esqueleto femenino, con las cuencas oculares vacías y recubierto de una costra verdosa que hacía las veces de piel. En sus brazos sostenía un esqueletito envuelto en una manta.

        -Mira hijo. Ha venido alguien. Un General, nada menos.
        -¡Callate! - le respondió Crawford a la voz que oía en su cabeza -. No puedes hablar, estás muerta.
        -No estás en posición de darme órdenes. Y los muertos... lo sabemos todo.

Crawford intentó ignorar a aquel cadáver parlante, centrándose en llenar su mochila con latas de comida. Pero el cadáver no se callaba.

        -¿Para qué quieres eso? ¿Todavía te empeñas en sobrevivir? Olvídalo, ya no queda nadie más.
        -¡He dicho que te calles!
        -Llevas demasiado tiempo negándote la verdad, por eso no quieres hablar con nosotros.
        -No eres real.
        -No lo soy, pero lo fui, y tú me mataste. Nos mataste a todos.
        -Fueron los iraníes.
        -Ah, sí, iraníes. Pero, ¿quién hizo lanzar las primeras bombas? ¿Quién se dejó llevar por sus delirios de grandeza, pensando que sería un héroe para el Presidente y para todo el mundo entero?
        -Donovan me dijo que su dispositivo anti-radar haría invisible el ataque. Habla con él.-Ni siquiera esperaste a que lo probaran.
        -No estaba solo.
        -Esos hombres cumplían tus órdenes, y se arrepintieron. Crawford soltó la mochila y respiró hondo. Empezaba a derrumbarse.
        -¿Crees que yo no? Llevo años viviendo con eso. Es lo que querían para mí. Es lo que merezco. Nada de lo que haga va a arreglar las cosas, sólo me queda atormentarme por mis errores.
        -¿Y de qué te ha servido? Como ves, mi hijo necesita un padre. Podrías ser tú, General. ¿Por qué seguir sufriendo? Quédate con nosotros.

Aún sabiendo los peligros de estar expuesto a la radiación, Crawford consideró seriamente la oferta. Aún no estaba preparado para decidir algo así, pero, abrió una lata y se sentó a comer junto a aquella madre y su hijo. Raviolis rellenos de carne, llevaba años sin probarlos. Por primera vez en mucho, esbozó algo parecido a una sonrisa.

Aquello fue un verdadero festín. Cuando terminó se quedó tan a gusto que se tumbó a echarse una siesta. Una larga y reparadora. Se puso todo lo cómodo que pudo en aquel suelo lleno de escombros, cerró los ojos y, al fin, hizo las paces con los muertos. 

Texto de Román Pinazo
Ilustración de Saray Pavón

miércoles, 28 de julio de 2021

Microrreseñas

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Frontera, de Carmen Herrera Castro.
Nuestra querida maestra de la intervención y los poemas visuales se desenvuelve bien en cualquier tablao. En este libro de relatos se mantiene su humor deliciosamente ácido, con toques sarcásticos a veces endulzados para dar respiros al lector. Ideal para leer en esperas, de una sentada o a pequeñas dosis. Las ilustraciones que aparecen son azulejos en VRSA y sabemos que va a mantener ese estilo en otra de sus próximas publicaciones. Sus manos nunca descansan, así que estamos seguros de que pronto tendremos motivos para volver a hablar de ella.

El jardín de los instantes, de Pepi Bobis Reinoso.
Esta musa de carne y hueso es una alma polifacética que nos atrapa en cada latido, en cada verso. Este poemario, editado por Noctiluca y con la ilustración de la portada de Rosacruz Trigo, nos vuelve a dejar la almohada »sembrada para siempre de sueños».

Literatura tridimensional, de José Antonio Gamero Romero.
Este libro pretende aunar los diferentes tipos de arte para ofrecer a sus lectores una aventura envolvente. Nos encontramos ante relatos que funcionan como historias independientes y, a su vez, tienen un hilo que las une. En ellos el detective Rick Bourbon se las tendrá que apañar para resolver casos -y su vida-. Ideal para desconectar de los quehaceres.

 

Texto de Saray Pavón
Imágenes googleadas por Antonio Moreno. Buscadlo a él para represalias 😁

lunes, 26 de julio de 2021

La piedra

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La piedra, plana por un lado y ligeramente abombada por el otro y tres picos que hacían que se acoplara a su mano como un guante. Era perfecta.

Su padre le había explicado la ciencia de aquello dos días atrás cuando habían llegado a la zona del lago donde acamparían por primera vez y él, con ocho años recién cumplidos, lo había pillado a la perfección, pero la piedra nunca era la idónea.

Ahora, por fin, la había encontrado y estaba deseando tirarla…

“Papá” gritó hacia el campamento. “Papá, he encontrado una piedra genial, va a dar por lo menos seis botes antes de hundirse”.

Ya se lo contaría. Apoyó bien los pies, giró el cuerpo y lanzó el brazo hacia adelante. En el momento justo soltó la piedra.

Fue un lanzamiento perfecto.

El primer bote fue a seis metros de él. El segundo…
A su padre le encantaba bucear. 

Texto de Migue Carrión
Imagen de www.pixabay.com