sábado, 20 de octubre de 2018

Placebo

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Ya no me duele,
quieres escuchar que ya no me duele,
que lo de tener una supurante
cicatriz en el corazón
no es más que una metáfora
en un poema que nunca escribí,
que nunca hubo orificio de entrada
causada por arma disparada a quemarropa.
Quieres escuchar
que aún mantengo
el recuerdo retenido
en todos y cada uno de aquellos
preciados momentos
en los que llegué incluso a suplicar a un dios
cualquiera
que retuviese el tiempo,
a nosotros en él
por siempre.
Quieres oír de mis labios
que podemos hacer un simple borrón,
otro, pequeño, insignificante
y proseguir la cuenta de las vivencias.

Quieres que te diga que nada es imposible.
Bueno,
en un poema nada lo es.
Mas esto no es ningún poema,
es una mentira,
otra
a tu imagen y semejanza.


Poema de Álex Ruiz
Dibujo de Saray Pavón

jueves, 18 de octubre de 2018

La cintita roja

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Martina Cruz nació en 1997 en Temperley, Buenos Aires, Argentina. Estudia la carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires y Guión cinematográfico en la ENERC. Concurre al taller de narrativa de Laura Massolo y recita en varios ciclos de poesía. En septiembre de 2017 publico su primer libro de poemas "Camino negro al fondo" editado por El Rucu Editor. En mayo de 2018 la publicaron en el libro "La sangre en las fiestas cortas", una antología de poetas editada por Textos Intrusos. Ganó algunos concursos: Certamen internacional de poesías marinas (Junio 2018 / Cuba), Concurso internacional de poesía en honor a la paz (Diciembre 2017 / Argentina), Certamen Maribel López Pérez-Ojeda de micropoesía (Noviembre 2017 / España), VI Concurso Nacional de Cuento y Poesía SADE Filial Junín (Septiembre 2017 / Argentina), Concurso txdxs lxs chicxs leen poesía (Junio 2017 / Argentina). Proximamente publica su nuevo poemario, "Call Center" por Rama editora. 

La cintita roja: 

I
Te acordás cuando mi viejo se consumía
y vos trajiste una cintita roja
que si pensabas en no sé qué número mágico
muchas veces
se curaba

Ese sos vos insistiendo:
la ternura levantando árboles de raíz
con silbidos

II
Sobre todo me acuerdo
que mientras mi viejo se volvía crisantemos
yo pensaba que ojalá hubiera funcionado lo de la cintita roja
como un último acto de magia
una esperanza de vidrio

III
Mi vieja encontró la cintita roja
la tiró a la basura por error
sin entender
porque las viudas no entienden

Creo que nuestro amor
tuvo el mismo destino
una lástima también.


Poema, foto y bio de Martina Cruz

martes, 16 de octubre de 2018

domingo, 14 de octubre de 2018

Lo más alto para mí

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¿Sigues pensando que ella podría sentarse en frente tuyo sin sentir que una manada de rinocerontes sale de tu boca? -debe ser fácil utilizar armas de seducción cuando no hay animales intentando morderte los ojos- y sigues creyendo que ella podría mirarte durante dos segundos y congelar tú última expresión para verla como si fuese una película todas las noches y soñar que estás ahí pero no poder tocarte -tu cuerpo es inmaterial aun cuando estoy despierta- y los movimientos que haces con las manos cuando te quieres ir y mi irracional manía de intentar escapar cada vez que te muerdes los labios y despertar queriendo encontrarte en la primera taza de té del día pero finalmente hallarte en la parada porque hace frío y aunque lleves puesto cinco abrigos yo querría seguir cobijándote porque me muero si te duele el pecho y porque me muero de pensar que ella te va a comprar una pastilla en la esquina y te va a tirar en la cama y dirá que te abrigues y te va a tapar con su cuerpo y tú vas a sentir que es lo máximo que te podría haber pasado en la vida y van a hacer el amor mientras toces y te va a dar fiebre de tanto que te agitaste y ella no va a parar y tú no vas a querer que se detenga porque se te olvidará la enfermedad y el inútil remedio se derramará en la alfombra y el cubre camas caerá y a ella se olvidará que estás debajo y te asfixiará con su pecho hasta que llegues al último orgasmo y le tendrás que pedir que se detenga y en cambio yo me hubiese detenido cuando empezó y habría tocado mejor tu culo y no habría votado la taza ni desecho la cama y te habría puesto encima porque jamás quisiera ahogarte y te llevaría la cena y me recostaría al lado tuyo a leerte poesía mientras duermes y te mostraría que soy real y sabrías que no miento y que no me importa sacarte la ropa y que no necesito tocar tus senos para saber que es mejor tu sexo que el de todas las mujeres.



Texto e imagen de Roxana Palma Santibáñez

viernes, 12 de octubre de 2018

Terror, amor, terror

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Quieta, no muevas ni un músculo, le dije mediante gestos. La agarré del brazo suavemente y la conduje a un lugar seguro. Esperaba que a esa distancia no nos oyeran, incluso contuvimos la respiración, casi a la vez. Parecía que empezaba a haber química entre nosotros. Es en las situaciones límite cuando parecen aflorar los verdaderos sentimientos. Acercamos nuestros labios sin proponérnoslo, lenta y sensualmente. Y justo cuando los primeros átomos de nuestra carne estuvieron a punto de interactuar, los testigos de Jehová volvieron a llamar al timbre.

Texto de A.Moreno
Imagen de Pixabay

miércoles, 10 de octubre de 2018

Amor platónico de martes

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Por alguna razón desconocida no he podido quitar el oído de encima a la chica que se ha sentado en la mesa de enfrente en la cafetería. No he llegado a ver su cara porque me lo impedía el chico con el que llegó y que se sentó justo frente a ella. Pero su voz, de forma metafísica, me ha golpeado en algún registro interno, íntimo y desconocido, y ha hecho que me enamore de ella al instante. Incluso he llegado a imaginar cómo sería su corte de pelo, “el color de sus ojos al bailar”, y la forma de sus orejas.

Estar en la calle solo a menudo, hace que puedas dejarte llevar en conversaciones de extraños con personalidades seguro interesantísimas y, por lo que vale un café, dejar de ser tú mismo por un rato, con tus miserias y tus preocupaciones, y sumergirte en cuerpos y vidas ajenas.

Cuando me he centrado del todo en la conversación entre mi amor platónico de hoy martes y el imbécil que no me dejaba verla, me he dado cuenta, al fijarme en sus pausas al hablar, de que la chica respiraba. Sí. Ya sé que todos respiramos. Es un acto vital cotidiano que no sabemos apreciar y valoramos poco. Pero lo maravilloso y alucinante ha sido percibir la interacción de las espiraciones de la chica con la atmósfera que la rodeaba. Cuando el oxígeno viciado por el ambiente entraba en su cuerpo era un gas vulgar y cotidiano, en blanco y negro, pero al exhalar la chica el dióxido de carbono, empapado de sus células y bacterias, un color extrañisimo y desconocido teñía el ambiente de la cafetería. Yo al menos no había disfrutado esas tonalidades jamás. Cuando ves así la respiración de alguien, es como si vieras su alma, y sin remedio te enamoras perdidamente. Aunque sólo sea por un rato, y el enamoramiento acabe en tragedia. Yo, a partir de ahí, me he puesto a inspirar y espirar de forma consciente como Meg Ryan en “Cuando Harry encontró a Sally”. Y así, entre casos de corrupción y formaciones de gobiernos autonómicos, sobre las que los todólogos de las tertulias matinales de Susanna Griso pontificaban, nuestras exhalaciones de dióxido de carbono se han fundido en un solo ser que bailaba al ritmo marcado por explosiones de colores imposibles y titulares destacados en la televisión de la cafetería sin nombre.

Cuando he levantado la vista de mi café, ya frío, la chica y su pareja no estaban, y los todólogos de la Griso hablaban ahora de posibles pactos sobre los presupuestos generales del Estado.
Ya no tenía sentido seguir allí. He pagado mi café y me he marchado a seguir fingiendo durante lo que quede de martes que soy yo realmente, sin prestar atención a mis inspiraciones y espiraciones. Rutinas random de martes.


Microrrelato de A.Ramírez
Imagen de Pixabay