Por desgracia, el sur de la península no es un lugar muy común para que ocurran cosas trepidantes, al menos bajo mi punto de vista y mis gustos. La mayoría de las veces hay que hacer uso de una buena logística, una buena estrategia de viaje y sacar tiempo y ganas de donde no hay para acceder a eventos realmente importantes. Y puede que para ti no lo sea, pero para mí (y para Saray Pavón, que se apunta a un bombardeo) el hecho de que Eric Martin se presente un sábado en España es un acontecimiento de prioridad absoluta. Así que se saca el tiempo, el dinero y las fuerzas de donde haga falta para darse una paliza de más de 1000 km en el mismo día.
Tras un rato en la capital con un amigo que no veía desde hacía tiempo, rodamos hasta Collado Villalba y conocimos la sala El Límite. Qué gusto encontrar sitios así donde se respira amor por el rock y buen
rollo. El escenario, aunque pequeño, transmite esa cercanía a la que los
garitos dedicados a este estilo nos tienen acostumbrados. Antes de que
se liase la gorda, se subió el 50% de Mister Jota: Jerónimo Velasco (guitarra y voces) y Esther Berbería (voz). Se marcaron unas cuantas versiones de clásicos del rock, como Hard to Handle o You give love a bad name y un tema propio: Hoy he vuelto a ser yo. Se nota que no llevan dos días tocando y pusieron el listón bastante alto, dándolo todo con sus interpretaciones. Un apunte: Esther se atreve con todo con ese vozarrón.
Tras la corta actuación llena de simpatía y profesionalidad, le cedieron el espacio al eternamente joven Eric Martin. Salió directamente, apenas pasaron segundos, con esa sonrisa en la cara que dice "la gente piensa que soy muy grande, y quizá tengan razón, pero yo he venido aquí a pasarlo bien". Junto al guitarrista británico Dave Cotterill y sin dejar de bromear con todo y con todos dieron un espectáculo irrepetible y muy íntimo. Repasaron la trayectoria de Mr Big y de los trabajos en solitario del vocalista pasando por los clásicos inevitables To be with you (acmpañados por Jerónimo y Esther), Wild world o Daddy, brother, lover, little boy. Lo de este hombre es increíble. No se conforma con cantar como lo hace sino que también despliega un gran sentido del humor sin resultar pesado o caer en el mal gusto. Con rotura de cuerda incluida, consiguió mantenerme (y seguro que a muchos más) con la sonrisa de idiota durante todo el show. Al final, un par de bises y la correspondiente toma de contacto con el público, los sinceros agradecimientos y la típica entrega de púas y... ¿kiwis y manzanas? Sí, es especial para todo. Saray Pavón recibió en mano una de esas púas, pero habría preferido el kiwi. En definitiva, un concierto redondo por parte de todos (artistas invitados, un entregado público y el plato principal) que hizo que mereciera la pena el atracón de kilómetros y bocatas (y café, y guaraná, y bebidas energéticas). Visita exprés a la capital, cerveza local con un buen amigo autóctono, conciertazo en una sala genial (que por cierto sonó exquisitamente) y la posibilidad de tener a medio metro a una leyenda viva y joven del rock. ¿Qué más podemos pedir? Pues desear que siga así por muchos años y que podamos volver a verlo pronto. Eso sí, espero que más cerca porque los años no perdonan y mi viejunidad ya no me permite hacer las locuras que hacía con veinte y tantos sin secuelas.
Breve reseña de A. Moreno
Fotos de Saray Pavón y A. Moreno