jueves, 7 de julio de 2016

Falta de costumbre

0

Hotter than hellEl calor ha llegado para quedarse, con todo su poder ondeando sobre las aceras vacías. Pocos se atreven a luchar contra la abrasadora ola de napalm que arrasa la ciudad. Me asomo a la ventana, a riesgo de perder por sublimación ambos globos oculares. No parece el momento más idóneo para emprender un viaje alrededor del barrio pero casi de forma autómata, pongo un pie en la calle y el otro le sigue y se enzarzan, sin permiso, en una contienda ajena a mi cabeza. De esa forma, guiado por mis pies, comienzo a caminar sin rumbo bajo el sol, de la mano de la brisa veraniega. Suele acompañarme a todas partes con su risa, pues la lleva impresa en su cálida alma. Pero decido ignorar ese tintineo desenfadado y me sumerjo en las profundidades de mi propia consciencia.

Tan profundo es el chapuzón, que un mecanismo del subconsciente obliga a mi cerebro a conservar un mínimo de actividad neuronal, para así evitarme topar con los escasos viandantes y otros obstáculos. Mientras, el resto de mi agitada mente, bulle entre millones de ideas; desordenadas, brillantes, tristes, horribles y bellas. De pronto una de ellas se define, casi por sí sola, casi por casualidad. Y se dispara, como una punzada en la sien, pero se aloja entre los ojos, a punto de provocarme un incómodo estrabismo. Una mueca de sorpresa absoluta eleva mis cejas hasta límites jamás alcanzados. “¡Es mi nariz!”, exclamo, deteniéndome en mitad de la calle. “Nunca pude ver más acá de este poco agraciado apéndice nasal”. Me sorprende la nula importancia que le doy al hecho de hablar conmigo mismo y en voz alta. La falta de vergüenza me hace volver en mí, y me percato de que la noche se acerca. De nuevo soy dueño de la mayor parte de mis propios pensamientos y vuelvo raudo a mis aposentos. Agarro el teléfono y llamo a aquel amigo que anda de capa caída. Un par de tonos y un “¿qué pasa, tío?” después, recupero del todo mis facultades y vuelvo a perder de vista mi nariz.

Foto de Saray Pavón

jueves, 30 de junio de 2016

jueves, 23 de junio de 2016

Mujer de diario

0

He de reconocer todo lo que no hice

no te observé todo el tiempo del mundo

no te devolví esa sonrisa

que fue apenas un bosquejo

y que ahora contemplo en fotos

No acaricié tu rostro

tu espalda

tus piernas cansadas

de ocho horas a pie quieto

No me sumergí

y eso hubiera resultado  tremendamente fácil

en esos ojos de color miel

que miraban de forma apasionada

No me percaté de que existías



Ahora

me entero por las noticias

que ya no podré devolverte las sonrisas

ni acariciar tu rostro

ni tu espalda

ni esas piernas cansadas que

después de ocho horas a pie quieto

apenas pudieron con tu cuerpo

ni sumergirme

Incluso ahogarme sería maravilloso

en el lago de miel

de tus ojos profundos



Hoy te he visto por primera vez

he tenido conciencia de ti

te he sentido cerca

viva

hoy

precisamente hoy

que tu muerte sale en todos los diarios


Texto: Migue Carrión
Fotografía: Jose Carvajal

jueves, 16 de junio de 2016

Circus Maximus

0

Primero, un silencio estremecedor. Si acaso algún murmullo casi imperceptible. El viento agitando una bandera, alguna tos clandestina. Tenues sonidos que preceden al inicio de la tragedia. El gladiador espera en el centro del círculo cuya arena pronto será salpicada con sangre. De repente suena el corto compás de un arcaico instrumento de viento y abren la compuerta. Aparece el contrincante. A los ojos del público es como un monstruo desnudo y feroz que quisiera extinguir a la raza humana. Alrededor exclaman asustados y se escapan algunos ademanes de sorpresa por la visión de ilusoria superioridad del reo. Pero realmente no están en igualdad de condiciones. El héroe, espada y escudo en mano, contempla al enemigo que sólo cuenta con la protección de su piel y unas armas rudimentarias que, además, han sido boicoteadas en las mazmorras por sus captores. Comienza la lucha desigual y se suceden las humillaciones y las burlas que, entre fanfarrias y otras piezas populares, se reciben en las gradas como actos de una épica conmovedora. A veces, el héroe se toma un descanso y deja que otros se diviertan acuchillando inteligentemente el cuerpo ya cansado. Todo el mundo asume que sus entretenedores saben dónde y de qué profundidad deben ser las punciones para que no sean letales y que pueda así continuar el espectáculo.


Más fanfarrias. Vuelve el protagonista. Nuevas vejaciones. Otra vez el silencio.


Ni el viento se atreve a empujar la tela de las banderas. De nuevo, el estridente instrumento irrumpe en la quietud que sólo había sido rota en contadas ocasiones por motivadores vítores de emoción. La seriedad se apodera del recinto. Parece que ha llegado la hora final, la resolución de una contienda que siempre tuvo un ganador desde el principio. El héroe se planta frente a la moribunda víctima, perfilado para asestar el golpe de gracia. Ambos se miran a los ojos. Uno, concentrado, se abalanza con pose triunfadora en un último ataque mortal. El otro, a la espera de lo inevitable, reúne las pocas fuerzas que le quedan en un desesperado movimiento de defensa. Para sorpresa y dolor del público, consigue cambiar por completo las tornas. La cornada es brutal y el matador se desangra sobre el ruedo. Es llevado con urgencia a la enfermería alentado por sollozantes señoras vestidas de época. El resto de la cuadrilla termina vilmente el trabajo clavando una puntilla en el bulbo raquídeo del toro. Al día siguiente nadie se acuerda del imponente animal que da su vida y dignidad para el regocijo de miles de sádicos sin sentimientos. Mientras, todas las portadas se desviven por el estado de salud del cobarde al que llaman héroe. Sobrevivirá, y retomará su oficio con más ganas aún. Algunos se aventuran a llamar "terrible susto" a lo ocurrido. Otros preferimos la expresión "morir con las botas puestas".


img009Dibujo de A. Moreno

jueves, 9 de junio de 2016

jueves, 2 de junio de 2016

Recuerdos

0

Escribo en las paredes de mi desconsuelo.


Amalgamo mis ideas.


Las dibujo


Con el firme propósito


de arrancarlas de mi mente,


de separarlas de mí,


de separarte de mí,


de olvidarte.


C360_2015-09-29-13-41-28-521


Insuflo mi alma


Con promesas panfletarias...


“ya no existes"


“no eres nada"


“nunca fuiste"


Esbozo a grandes trazos tu recuerdo


Con el dulce anhelo


de la desmemoria.


Pero sigues ahí,


aferrada a mi ser como mi vida misma,


asida a mi alma hecha jirones.


Foto de A. Moreno.