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viernes, 30 de julio de 2021

El último

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Con aspecto de náufrago, el General Crawford desbloqueó la compuerta del refugio. Al abrirla, el sol le cegó durante unos instantes. Recuperó la vista y pudo contemplar con sus propios ojos el horror que lo había estado esperando fuera. Ni su imaginación ni ninguna lectura de los ordenadores le habían preparado para ello. Ahora entendía por qué sus compañeros durante aquellos años, el Teniente Donovan y sus técnicos, no habían sido más que cadáveres uniformados. Silenciosos, inertes, vacíos. Como el resto del mundo. El General, en cambio, había estado en shock cuando repartieron las cápsulas de cianuro, y no le habían dejado ninguna para él.

Crawford se apresuró en su expedición al exterior. Tenía que encontrar provisiones, las del refugio estaban a punto de agotarse. Mientras sorteaba escombros y objetos calcinados, le pareció escuchar susurros. Miró hacia abajo y descubrió que entre los obstáculos había restos humanos. Cráneos. Pisó con más cuidado, pero no redujo el ritmo. Quería dejarlos atrás cuanto antes, temeroso de lo que pudieran decirle. En el refugio los muertos no hablaban; él, como máxima autoridad, se lo tenía prohibido. Pero allí en exterior su rango militar no le servía de nada.

Finalmente encontró lo que alguna vez fue una tienda de alimentación. Estaba casi vacía, pero al menos se mantenía en pie, y aún quedaban en su interior algunos productos. Registrando el local encontró un pequeño montón de latas. Se puso a rebuscar entre ellas hasta que se dio cuenta de que ya tenían dueño.
A pocos metros, sentado en el suelo, había un esqueleto femenino, con las cuencas oculares vacías y recubierto de una costra verdosa que hacía las veces de piel. En sus brazos sostenía un esqueletito envuelto en una manta.

        -Mira hijo. Ha venido alguien. Un General, nada menos.
        -¡Callate! - le respondió Crawford a la voz que oía en su cabeza -. No puedes hablar, estás muerta.
        -No estás en posición de darme órdenes. Y los muertos... lo sabemos todo.

Crawford intentó ignorar a aquel cadáver parlante, centrándose en llenar su mochila con latas de comida. Pero el cadáver no se callaba.

        -¿Para qué quieres eso? ¿Todavía te empeñas en sobrevivir? Olvídalo, ya no queda nadie más.
        -¡He dicho que te calles!
        -Llevas demasiado tiempo negándote la verdad, por eso no quieres hablar con nosotros.
        -No eres real.
        -No lo soy, pero lo fui, y tú me mataste. Nos mataste a todos.
        -Fueron los iraníes.
        -Ah, sí, iraníes. Pero, ¿quién hizo lanzar las primeras bombas? ¿Quién se dejó llevar por sus delirios de grandeza, pensando que sería un héroe para el Presidente y para todo el mundo entero?
        -Donovan me dijo que su dispositivo anti-radar haría invisible el ataque. Habla con él.-Ni siquiera esperaste a que lo probaran.
        -No estaba solo.
        -Esos hombres cumplían tus órdenes, y se arrepintieron. Crawford soltó la mochila y respiró hondo. Empezaba a derrumbarse.
        -¿Crees que yo no? Llevo años viviendo con eso. Es lo que querían para mí. Es lo que merezco. Nada de lo que haga va a arreglar las cosas, sólo me queda atormentarme por mis errores.
        -¿Y de qué te ha servido? Como ves, mi hijo necesita un padre. Podrías ser tú, General. ¿Por qué seguir sufriendo? Quédate con nosotros.

Aún sabiendo los peligros de estar expuesto a la radiación, Crawford consideró seriamente la oferta. Aún no estaba preparado para decidir algo así, pero, abrió una lata y se sentó a comer junto a aquella madre y su hijo. Raviolis rellenos de carne, llevaba años sin probarlos. Por primera vez en mucho, esbozó algo parecido a una sonrisa.

Aquello fue un verdadero festín. Cuando terminó se quedó tan a gusto que se tumbó a echarse una siesta. Una larga y reparadora. Se puso todo lo cómodo que pudo en aquel suelo lleno de escombros, cerró los ojos y, al fin, hizo las paces con los muertos. 

Texto de Román Pinazo
Ilustración de Saray Pavón

martes, 27 de abril de 2021

Abandonados Vs. Adoptados (Música)

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Turno ahora para las canciones, bandas, músicos que amamos, por los que querríamos quedarnos sordos o simplemente hemos perdido la pista.

Saray Pavón 

Abandonados: A cualquier persona normal que se haya tatuado el símbolo de un grupo le dolería decir que se quedaron en el camino tras x disco. Pero no encajo en esa definición... no me escuece decir que HIM (la seductora voz de Ville Valo y la música pop-rock gótico que se marcaban) quedó hace mucho tiempo atrás en mi vida. 

Adoptados: Me he desplazado hacia mi iTunes, concretamente a la lista de “las 25 más escuchadas”, ya que creo que varía mi latido según la etapa. Allí tenemos Overture (Benjamin Gibbard & Steve Fisk), Together we will live forever (Clint Mansell). Nutshell (Alice in chains), For real (Okkervil River), Whatever (Zoé), Long Nights (Eddie Vedder), Another Dimension (Rolko), Voyager One (False Awakening), Are you there, Untouchable: Part 1 & Part 2 (Anathema), Settle Down (The 1975), What we had (Handsome Furs), Morphing (Elsiane), Training Wheels (Cloud Cult), Snuff (Slipknot), Under Pressure (Chill Out tribute to Queen), What were the chances (Damien Jurado), Love Is Dead (Brett Anderson, cantante de Suede), Broke (Modest Mouse), etc. Me sorprende mucho no ver a Radiohead, Björk o Fated, Faithful, Fatal (Marilyn Manson) u Old Skin (Ólafur Arnalds) o Starálfur (Sigur Ros) y por supuesto Close to me (The Cure) y la banda sonora de Dentro del laberinto (David Bowie) o a mi querido Iván Ferreiro. Lo que está claro que mi presente es música para dibujar o que van con mis emociones happy-sad. PD: Y, ¡por Dios!, que alguien me diga quién es la voz masculina de Sleepyhead (Starsmith Remix feat. Ellie Goulding - Passion Pit), que es como si Benedict Cumberbatch cantase... y paro de escribir que se va a convertir en un relato erótico xD 

Álex Ruiz 

Abandonados: No recuerdo grupos en concreto que haya abandonado. Por hacer un poco de memoria recuerdo que Invincible, el último álbum que Michael Jackson publicó en vida (luego hubo dos póstumos) me dejó una impresión de decepción absoluta. De 16 canciones sólo me atraían 4, el resto eran totalmente pasables. Lo que si he abandonado, llevado al hastío y censurado anualmente en mis cuentas de Twitter es todo lo relacionado con el Carnaval de Cádiz. En sus tiempos me gustaba, pero una vez al año, cuando era Carnaval. Escuchaba ciertas agrupaciones una o dos veces y ya. Para mi gusto no daban para más. El asco que siento por este tipo de “música” llegó por pasar una parte de mi vida rodeada de gente que escuchaba Carnavales TODOS los días del año, lo que venían siendo unos jartibles de máxima categoría. Consiguieron hartarme, totalmente. 

Adoptados: En mi familia ocurre un caso peculiar. A mi hermana le gustaba Bon Jovi. Compró uno de sus discos, Cross Road. Años más tarde mi hermano encontró ese disco, le gustó y compró Crush. Años más tarde yo encontré los dos discos abandonados en casa, me gustaron y compré One Wild Night. Ignoro si a mis hermanos les sigue gustando la música de Bon Jovi pero a mi sí, y guardo los tres discos, uno de los pocos gustos en común que hemos tenido. Otro de mis adoptados y sin duda mi favorito fue Charon. No recuerdo exactamente quién me lo sugirió pero si recuerdo que fue en los lejanos tiempos del IRC-Hispano. Los usuarios entraban en ese servidor de chat usando clientes como mIRC. No se podía compartir música pero si se podía mandar un mensaje indicando qué música se estaba escuchando. Un usuario empezó a compartir títulos de canciones de Charon. Me pudo la curiosidad, busqué música de ese grupo y aunque se disolvió en 2011 sigue siendo mi grupo favorito.

Antonio Moreno 

Abandonados: Podría colocar a estos elegidos por Orfeo en ambos apartados. Desde su primer disco con Russell Allen (The Damnation Game. Inside Out Music, 1996) hasta el incomprendido Paradise Lost (Inside Out Music, 2007) con parada especial en Twilight in Olympus (Zero Corporation, 1998) Symphony X son mi banda de cabecera. El punto de inflexión, salvando algunos temas de la friolera de 12 canciones, Iconoclast (Nuclear Blast, 2011). Puede que el fichaje por este sello fuera determinante. El caso es que dejaron de lado las melodías y unas estructuras que volverían loco a cualquier estudiante novato de música a cambio de una mayor (y desmedida, e implacable, y a veces sin sentido) agresividad y contundencia. Los cambios de ritmo, las partes lentas profundas, las letras inspiradas… Todo eso se fue al garete definitivamente en su último álbum, Underworld (Nuclear Blast, 2015). Todavía no he sido capaz de escucharlo entero y no creo que lo haga. Cada vez que el aleatorio de la radio del coche me obliga a darle otra oportunidad elijo la carpeta del Twilight y voy directo a Through the looking glass

Adoptados: Y la banda responsable del disco protagonista en esta sección podría correr la misma suerte que el abandonado. Con más altibajos, eso sí, Blind Guardian también ha ido cambiando y jugando con su sonido a lo largo de su carrera. A veces mis oídos se han alegrado, otras han creado enormes tapones de cera. Pero hay un álbum, un regalo de los dioses, que jamás podré abandonar y que no puedo dejar de escuchar por más cera que quieran acumular mis conductos auditivos. Nightfall in Middle-Earth (Virgin Records, 1998). Puede que estés leyendo esto y al mismo tiempo se esté publicando en nuestra web un artículo sobre sus 20 años de vida. Lo más destacable de la obra magna pero inacabada de Tolkien, El Silmarillion, musicado, cantado, interpretado y narrado con una sensibilidad y una agresividad acordes a cada parte del relato. Simplemente una obra maestra de la música contemporánea. Al contrario que con Underworld, hay una norma no escrita mientras conduzco: cuando el aleatorio da con cualquier pista del Nightfall, el Nightfall se queda. Además son muchas las bandas y artistas que no puedo abandonar y que no cabrían ni en diez i Revistas. Por otra parte adoptaría a Eddie Vedder, con papeleo y todo. 

Mayte Nékez 

Abandonados: en materia musical he sido desde niña un poco esponja, y los grupos o solistas que entran a formar parte de mi discoteca, se quedan ahí perennes. A veces permanecen en silencio durante tiempo, como La Fuga, Sôber o The Corrs, grupos significativos en mi adolescencia que recupero de vez en cuando. Sí hay estilos que he prácticamente olvidado: el “Breakbeat” de finales de los 90 o el “rap”, del que sólo conservo a Nach, Zatu Rey o mis compañeros de instituto Marco Skinny y Purebloc. Si tuviera que nombrar a algún artista que ha dejado definitivamente su lugar en mi playlist, sin duda sería Laura Pausini, cantante con temas demasiado edulcorados para la Mayte de ahora, y también Alejandro Sanz desapareció para mí cuando publicó El alma al aire

Adoptados: De niña adopté a Queen (amo a Freddy Mercury), a Mecano; años después a Bon Jovi y a los Guano Apes… pero los protagonistas de este apartado, a día de hoy, son sin duda los irlandeses U2. A pesar de que conocía muchos de sus temas y tenía un Greatest Hits en mi colección de CD’s, nunca los tuve tan presentes hasta que me mostraron en profundidad todos los entresijos de la discografía de esta histórica banda de rock. Incluso el último disco publicado hace unos meses, Songs of Experience, que es una nueva apuesta experimental, intimista, vinculada al álbum anterior, Songs of Innocence, ha sido un gran descubrimiento en cuanto al fondo en los significados de sus melodías y sus letras, haciéndome ver a U2 más allá de los sonidos con los que la mayoría del público los identifica. Estos dos últimos discos, son asociados por muchas personas con el libro de poemas ilustrados de William Blake, ya que comparten título con él. Os los recomiendo.

A. Ramirez 

Abandonados: File not found. 

Adoptados: Algo ocurre en el panorama musical cada vez que Depeche Mode lanza un nuevo disco. Y es que cada trabajo de la la banda es comparado obsesivamente con toda su trayectoria musical en lugar de considerarlo como un trabajo aparte, como si desde 1981 estuviesen creando un superdisco que sólo estará terminado cuando estén muertos. Hace un tiempo coincidí con mi admirado Santi Rex (vocalista de los míticos Niños del Brasil) en un local de Sevilla. Hablamos de la música actual y de lo efímero que hoy día es el efecto de un disco cuando sale al mercado. Me acordé de cuando aparecía un nuevo disco de Depeche e iba rápido a Sevilla Rock a comprarlo. Era todo un ritual y me sentía realmente importante y distinto al hacerlo. Al volver a casa repasaba los títulos de las canciones e imaginaba el significado oculto y misterioso de la portada. Colocarlo en el tocadiscos, con la moneda de 5 duros sobre la aguja por si saltaba, y disfrutar escuchando el disco y leyendo las letras... Convenimos que esto ocurre con cualquier expresión artística en estos días rápidos en que nos ha tocado vivir donde todo es fugaz, Sevilla Rock ha desaparecido y 5 duros no valen nada. Al despedirme de Santi Rex y salir a la calle, me descubrí tarareando Everything counts de los DM de 1983 en una calle cerca de la alameda de 2017. ¡Qué contradicción! Acabé reconociendo que la magia existe y que hay, por suerte, acordes artísticos eternos. 

Nacho Delgado 

Abandonado: He de decir que me gusta mucho la música, disfruto dándole al play, cerrando los ojos y dejando pasar el tiempo. Esto me pasa con una cantidad importante de géneros musicales, hip hop, nu metal, rock un poco más clásico, algo de clásica también, electrónica... en fin, no añado más. Una vez dicho esto, añado que hace pocos meses le di una oportunidad al rapero catalán Porta y a su disco No es cuestión de Edades. Como supondréis, si está en este apartado es porque no me convenció para nada. Demasiado egocentrismo y odio contenido en sus letras, lo único salvable de lo que conozco de este artista son los temas dedicados a Dragon Ball (Dragon Ball Rap y Dragon Ball Rap 1.5) y no están en ese álbum. Tal vez sea un caso en el que he escuchado el ‘disco malo’ de un cantante y los demás me dejan asombrado, pero... necesitaría un buen motivo para darle una segunda oportunidad. 

Adoptado: M Clan es el elegido para esta ocasión. El grupo de Murcia fundado en 1993 sigue con una fuerza increíble. En el pasado año 2014 hicieron un concierto por su 20º aniversario contando con más de 7 colaboraciones entre las que se encontraban Enrique Bumbury, Fito Cabrales o incluso Miguel Ríos. Como álbumes me gustaría destacar Para no ver el final y Arenas movedizas, dos discos de temática opuesta: las dos caras del amor. No sería capaz de indicar un sólo tema por encima de otros muchos, las versiones que han hecho de algunos clásicos son muy buenas (Like a Rolling Stone, Todo negro, etc.) pero puestos a mojarnos... me parece realmente bueno por la letra Canción de invierno y, musicalmente, me gusta mucho Hasta la vista Rock & Roll, me invita a cantar ese estribillo coreado.

Mario Tornillo 

Abandonados: Solo he abandonado grupos a los que antes había mimado. El fervor de la adolescencia me convirtió en un ultrasónico seguidor de Los Piratas. Los Héroes no llegaron a atraparme como sí hicieron algunas bandas de rockandrolillo nacional, que no nombraré porque espero, contra viento y marea, no abandonarlas del todo. En mi pequeña colección de casettes y cds, el tono anglosajón lo ponían entonces el brit pop y el grunge, cuyos grupos más representativos escuché thousand times, Oasis, Blur o Nirvana. Tras picotear varias músicas experimentales, como Tool y compañía, buceé largo y profundo en el pop patrio, muchos grupos habituales incluso hoy en festivales de verano, que llegaron a saturarme. 

Adoptados: Después de haberlos ninguneado, los Planetas se hicieron prácticamente más fuertes que ninguno. Los gustos fueron evolucionando hacia Radiohead, Nacho Vegas y Pink Floyd y fui adoptando muchísimos grupos por el camino, incluso he tenido una época yeyé. Me gusta también dar el cante… y el do de pecho.

Jesús Paluzo 

Abandonados: ¿Qué es eso que tiene la música que te llena de sentimientos y te permite alcanzar un estado mental que se apaga cuando para de sonar? ¿Y cómo sabes qué es lo que quieres escuchar en cada momento? A veces escucho música que me parece más poesía por sus letras, otras por la fuerza que tiene, de vez en cuando me pongo romanticón y otras veces me apetece bailar (yo solo) o hacer ejercicio o motivarme o recordar viejos tiempos o sencillamente no pensar. ¡Sí, eso! Entrar en Spotify o tu carpeta de varios Gigas de música es como acercarse a un buffet de sentimientos y elegir el que necesites. Por esa razón, rara vez he abandonado un grupo o artista. Siempre vuelvo en algún momento. Sin embargo, podría decir que he tenido épocas de empacharme de alguno y aquel abuso provocara una alergia permanente sobre mis oídos que me prohibieran volver a escucharlos. Es el caso de Ace of base en mi adolescencia, o Fyahbwoy, cuando el bailable y buenrollero ritmo del reggae me despertara cada mañana para comenzar el día a tope de energía. También reconozco que fue el caso de Fall Out Boy y, aunque me duela, Linkin Park y La Oreja de Van Gogh. Aunque de estos me pongo la vacuna cada cierto tiempo… 

Adoptados: Esta parte es más fácil, dado que continuamente (suele coincidir con la llegada de nuevas personas a mi vida) voy adoptando nuevos grupos y artistas que voy conociendo. Pero como son muchos, hablaré de los que no han parado de brindarme emociones y han sido capaces de abrazarme en cualquier momento, fuera lo fuera lo que quisiera sentir. Ahí estuvieron y están: Nach, Rozalén, Jarabe de Palo, Fito y Fitipaldis, El Chojin, Rayden (en su época más madura) y Mago de Oz. Creo que por sus letras. Por otra parte, considero una falta de respeto no mencionar a los que han construido viajes emocionales tan importantes en mi vida, aunque haya sido con canciones más concretas. Se hicieron hueco Pignoise, The Police, James Blunt, Leiva, Melendi, Bob Marley, John Legend, Extremoduro y Green Day. También la banda sonora de La La Land me ha permitido disfrutar de cientos de kilómetros en coche, idas y vueltas. Y no olvidar Los Aslándticos con su Mi primer día. 

David Losada 

Abandonados: A lo largo de mi vida hubo música de la que disfruté y hasta adoré, que dejaron poso en mí... pero que ya no me hace tilín como para escucharla largas horas... con mi primer Walkman y cascos, regalo de cumple a los 12, empecé escuchando una cinta de Mozart, y no me cansaba. Más tarde grababa todo lo que pillaba en la radio, pop ochentero total (Mecano y otros), y no descubrí otros estilos de música hasta bien entrados los noventa, sumergido como estuve en los videojuegos. Entonces descubrí HIM, REM (Losing my religion), Michael Jackson, Alejandro Sanz y otros tantos que se quedaron en el olvido, como Linkin Park, Marea e incluso Avalanch pero que no hicieron más que ampliar mi paladar, saboreando todo tipo de estilos. 

Adoptados: No es sino con la madurez cuando te vas decantando por artistas y estilos. Estos son por los que no pasan los años, que te traen gratas sensaciones de antaño y ahora; música que ya no escucho tan a menudo, pero que no me importa volver a escuchar cuando la pinchan por casualidad en la radio. Música que te llega muy profundo, que te hace pensar y evoca sentimientos de lo más opuestos. Cronológicamente, muy resumidamente, artistas como Maná y Ricardo Arjona (cuánto aprendí de sus letras), Queen, de increíbles registros y fuerza, pocos transmitían tanto como ellos. Amaral y La oreja de Van Gogh por coincidencia en el tiempo de sentimientos, Three days grace, cuya fuerza me inspira, aunque cada vez menos, y similares. Esto en cuanto a grupos, aunque hay canciones sueltas vascas poco conocidas que es de obligación mencionar (y escuchar al menos una vez, con o sin traducción), y que guardo en el corazón como Txoria Txori de Mikel Laboa, Ilargia de Ken Zazpi, Xalbadorren heriotzean de Xabier Lete, Aitormena de Hertzainak o la conocida Lau Teilatu de Itoiz. Música con mensaje... ni reggaeton cutre ni heavy demasiado heavy.

 

lunes, 19 de abril de 2021

Semanas congeladas

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He leído las últimas cartas que mi exmarido solía enviarme las tardes de verano prometiendo que vendría alegrar mis ojos nublados por su ausencia. Mis puertas seguían frías anhelando sus recuerdos, y no llegaría a endulzar la espera del niño que meses atrás anhelamos. Enterarse que nuestro retoño venia en camino enfureció sus ojos negros y juro que no volvería, no detendría sus sueños por nosotros.
 
Las lágrimas no cesaron y las semanas congeladas anunciaron que esta noche seré madre del mejor verso de mi vida. 
 
Texto de  Yessika María Rengifo Castillo

Imagen de Pixabay


viernes, 8 de noviembre de 2019

Carpe diem

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Cuando murió mi tío, en la cafetería del tanatorio, mi padre me dijo algo a lo que he ido encontrando cada vez  más sentido. Estábamos tomando una cerveza juntos y me preguntó:
- ¿Sabes qué tiene de especial está cerveza que te estás tomando? - y sin esperar mi respuesta, mi padre no era mucho de esperar, sentenció:
- Que esta cerveza es sólo para ti, y te la vas a beber sólo tú, a no ser que alguien te pida un poco. Es tuya. Se ha hecho para ti.
Carpe diem. 
No era mi padre muy de filosofías positivistas que ahora está tan de moda. Ahí acabó la conversación.
Apuramos la cerveza y volvimos a la sala del tanatorio donde la gente despedía a mi tío. Se paraban frente al cristal y decían las frases típicas de esos momentos, "parece que esté dormido", "qué buen aspecto tiene", y cosas así que la gente dice sin pensar y por cumplir.
Mi padre no le daba importancia a estos comentarios y yo siempre me reía de ellos. A veces los recuerdo con un buen amigo.
Últimamente tengo la sensación de que he llegado tarde a las cosas que mi padre me decía y sobre las que nunca le pregunté como debía. Me encuentro en casa repitiendo sus manías y muchas de sus coletillas.
Esta sensación es ahora una realidad ya que para hablar con mi padre sólo me queda mirar su foto y ya nunca responderá a más preguntas desde detrás del cristal del marco de la librería. Debería haberle preguntado más.
"La muerte no consiste
en no poder comunicar
sino en ser ya para siempre incomprendido."
Pasolini.

Texto A. Ramírez
Imagen de Pixabay


martes, 29 de octubre de 2019

Envejecer es olvidar palabras

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Envejecer es olvidar palabras. Uno se olvida de recreo, comba, patio, olas, saltos...

Ocurre cuando menos te lo esperas. Un día estás tan metido en comprobar quién te ha enviado un mensaje al móvil, o si te han pasado el último recibo en la app del banco que te olvidas de lo que era saltar las olas y disfrutar. Ves como Nuki, un hada caníbal, lo hace y te sientes muy lejos de todo y sin sentido. Sufres un dolor líquido en la cabeza, como cuando te entra agua en el oído, y al momento te ves dentro de una película en un idioma que no entiendes. Para asegurarte que sigues siendo real vuelves a comprobar el sinsentido de los mensajes y los recibos.

Yo cerré los ojos al darme cuenta de que había olvidado palabras que ya habían escapado de mí y a las que ahora echaba de menos. Los cerré tan fuerte que se me abrieron sin querer y me encontré con un paisaje minusválido, como alienígena.

Fingí reírme pero me salió una mueca terrorífica.

La gente que había cerca me miró de forma extraña desviando un momento su mirada de las pantallas táctiles. Yo percibía que a ellos también se les habían olvidado un montón de palabras que revoloteaban alrededor de nuestras cabezas formando frases como 'perder el tiempo', 'cosquillas en los pies' y 'aburrirse y no hacer nada'.

Los demás no parecían ser conscientes de este vuelo indiferente de las palabras. Todos parecíamos preocupados por cosas urgentes como nacionalidad, elecciones, banderas, mítines...

Me fijé que la gente nos movíamos de modo extraño, silencioso, como amputados de algo interno, no sé si de recuerdos o de intenciones.

La palabras perdidas hacían que la realidad fuese más oscura y estrecha, de colores apagados. Al fijarme en el aspecto físico de los demás me daba cuenta de que quizás esas palabras perdidas iban hundiendo algo la frente, arrugando los párpados o provocando, al echar a volar olvidadas, la rigidez en las sonrisas. Tal vez fuesen la causa de la caída del pelo. Qué sé yo.

Redescubrí ese día muchas palabras que creía perdidas. Tal vez rejuvenecí. La sensación fue como la de recuperar la movilidad y la sensibilidad de un miembro dormido, una pierna o un brazo, qué más da. Esas palabras fueron mías y volvía, al recuperarlas por fin, a ser un poco más yo.



Texto de A. Ramírez 
Imagen de Pixabay

jueves, 17 de octubre de 2019

El recuerdo robado

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Hoy me he acordado de algo que sé que jamás he vivido. Ha sido al salir de tomar un café que he visto a alguien que se ha colado en mi cabeza, pero al parpadear ya no estaba ahí y no he conseguido olvidar su cara en todo el día. Serán cosas del frío pensé. La radio y la tele llevan hablando de la ola polar desde la semana pasada y seguro que he sido víctima de algún efecto secundario helado. 

Supongo que se habría quedado esa imagen- recuerdo de alguien congelada frente a la cafetería y, al mirarla yo, se ha vuelto humo. 

El caso es que no he sido capaz de olvidarme de este recuerdo ajeno. Me hubiese gustado devolverlo a su dueño/a para que hiciese con él lo que le diera la gana. No me gusta tener cosas que no sean mías en la cabeza ni en los bolsillos. 

Tampoco puedo ir a  objetos perdidos ni a cualquier comisaría a devolver el recuerdo. Me dirían que estoy loco. 

He decidio colgarlo en las redes sociales. Ahí publica la gente de todo. 

He intentado olvidarme del recuerdo a toda costa pero no ha habido manera. Llamé a mi mujer y me dijo que si lo tenía en la cabeza sería mío. Pero sé que no. No sabía cómo explicarlo pero sé que no era mío. 

Y aquí sigo, dándole vueltas al recuerdo. Sin conseguir quitármelo de encima. Incluso he llegado a pensar si no sería ese recuerdo el único real y todos los demás que están ahí guardados en mi testa son los falsos. Lo que querría decir que yo no soy yo, o que ya queda poco de lo que realmente fui y me he ido olvidando de mí mismo con los años.

¡Qué cosas pasan!

Texto de Antonio Ramírez
Imagen de Pixabay

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Libros viejos

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Me encanta leer libros usados. Suelo comprarlos de segunda mano y también tengo un buen amigo que me pasa bastantes. 

A veces encuentro anotaciones, fotos, dedicatorias, tickets de metro, señales de otra vida y otro tiempo. Otras veces los libros vienen inmaculados y tienen menos vida. Son como más tímidos y solo puedes leer el libro en sí mismo, que no es poco, pero cuando tienen historia más allá de la que cuentan aportan más. 

Estos signos de la vida anterior del libro pueden parecer una tontería pero, al poco de empezarlos, siento sumergirme en un libro subreal o hiperreal, de cualidades oníricas o místicas. Es como si por un instante fuese su propietario anterior sentado en un sillón ajeno, en el bus, tumbado en un sofá, o en el banco de una plaza cualquiera (ay si los bancos de las plazas hablasen). 

El libro moribundo palpita y empieza a cobrar relieve: las anotaciones al margen, los subrayados, las páginas marcadas...al pasarlas puedo sentirme dentro de otras personas. Me veo a mí mismo, pero como en otro idioma o en otro color. 

Leo las frases y expulso las palabras después de saborearlas, dándole vueltas dentro de la boca. Primero parecen pronunciarse dentro de mí, más o menos por la zona del pecho, después atraviesan la garganta y salen al exterior en forma de un humo extraño e imagino qué sintió otra persona leyendo esa página. 

Ayer mismo estuve leyendo “Réquiem por un campesino español” de Ramón J Sender. Al acabarlo, es una obra breve pero intensa que me llevó algo más de una hora, me puse a repasar con las yemas de mis dedos la antigua dedicatoria en la primera página. El anterior propietario escribió “A Carlota, para que jamás olvide estas historias reales aunque no sean verdad, 1954”.

La frontera que separa el estado de ensoñación, en el que soy otro, y el estado "normal" en el que soy yo mismo es una finísima línea discontinua. De hecho ahora mismo no sé si soy yo realmente o no. ¿Quizás salgo y entro en cuerpos distintos y se me olvida volver?

Cuando acabo de leer es raro, como cuando al rato de salir de casa me entran dudas por haberme dejado quizás un grifo abierto o una luz encendida. Guardo el libro, que aún vibra, en la estantería, o lo apilo en cualquier montón con otros libros, en algún rincón de casa.


Texto de A. Ramírez
Imagen de Pixabay

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Terrores nocturnos

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Pip tenía 42 años y llevaba una racha de terribles terrores nocturnos. Había intentado leer noticias económicas para aburrirse, tomar infusiones y cápsulas de melatonina. Nada parecía calmarle del todo.

Aquella noche, al acostarse, empezó a temblar. Últimamente dormía solo en la enormidad de la cama de 135.

A eso de las 2 despertó sudando, a pesar del frío, y aterrorizado. Se tapó con las mantas hasta la nariz y empezó a mirar cada rincón oscuro del dormitorio. El silencio era acojonante a pesar de vivir cerca de una avenida con bastante tráfico. Esa noche todo era quietud y oscuridad.

Escuchó como un rasguñar tras la puerta del armario empotrado, lacado en blanco, del dormitorio. Asustado se levanto y abrió la puerta de repente. Esperaba encontrar allí a cualquier figura terrible y deforme, un monstruo cualquiera con cara de Donald Trump, Christine Lagarde o Santiago Abascal. Lo que vio le dejo descolocado. Era un señor con bigote recortadito y traje gris, marcadas ojeras y despeinado, que firmaba con una pluma cara una montaña de papeles.

–¿Pero que hace usted aquí? –preguntó Pip.

–Soy un malvado jefe de recursos humanos.
Levantó la vista de la montaña de papeles que tenía apoyada sobre las cajas de zapatos que guardaba la mujer de Pip en el armario.
–Estoy firmando cartas de despido. Me cuelo en los sueños de las victimas para verles llorar en sus sueños. Así me motivo.

Pip miró la montaña de papeles. La siguiente carta en la montaña de documentos tenia su nombre en el encabezado. "Estimado Sr. Pip. Reunido el consejo de administración...", podía leerse.

De repente le vino a la cabeza “Lucha de gigantes” de Antonio Vega y Pip gritó “en un mundo descomunal siento mi fragilidad”.

El jefe de recursos humanos soltó una carcajada terrorífica que sonó a portazo en una oficina del INEM.

El ruido debió despertar a Pip acurrucado en la cama. Pip tiene una radio pequeñita en la mesilla de su lado de la cama. La encendió para que se le pasase el mal trago. Sonaba “Lucha de Gigantes” de Antonio Vega: “...creo en los fantasmas terribles de algún extraño lugar, y en mis tonterías para hacer tu risa estallar en un mundo descomunal...”

Texto de Antonio Ramírez
Imagen de Pixabay

lunes, 12 de agosto de 2019

Impresión

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Cerró los ojos para retener esa imagen 
como se cierra el cofrecito en el que se guarda el tesoro más importante.
Y con la voluntad de conservar hasta el más mínimo detalle
 ya no volvió a abrirlos más. Como si hubiese tirado al mar la llave.
¿Acaso merecía la pena emborronar aquel instante 
con las trampas y mentiras de ese martes?


Texto de Antonio Ramírez
Imagen de Pixabay

miércoles, 3 de julio de 2019

Después de la última vez

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Cuando nuestros rostros se vean serios en la foto, aún riendo,
y vayan tornándose del color de la memoria de otro tiempo.

Cuando nuestros sueños ya no interesen a nadie,
Ni merezcan ser soñados ni ser secretos.

Cuando todo el tiempo pase, después de la última vez,
¿será eso envejecer?
¿será el olvido estar muerto?


Texto de Antonio Ramírez
Imagen de Pixabay

sábado, 15 de junio de 2019

A ratos

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Los aeropuertos son lugares extraños. Ahora mismo, sentado en la sala de embarque del vuelo de las 6:45 no se me ocurre ninguno con el que compararlo, y ya que estoy aquí me paro a observar el ecosistema de éste. Es atemporal. Son las 6:01 pero lo mismo podrían ser las 17:54. Todos los humanos que estamos aquí ejecutamos rutinas sociales que nos atrapan hoy día: básicamente mirar la pantalla del móvil sentado en posición parecida a la que adoptamos en el váter. Todos obedecemos a una programación de la que no podemos escapar. Yo mismo, que no tenía pensado escribir nada, hacía lo mismo cuando me ha asaltado esta cadena de pensamientos. Por eso me he puesto a escribir esta chorrada, para intentar joder la rutina programada. En un par de horas cada uno estará en su destino trabajando, despidiendo a alguien, buscando algo, en fin…

Esta rutina social da poco margen de maniobra a los imprevistos aunque a veces pueda colarse algún destello de irrealidad en este agujero de gusano del espacio tiempo que comparto con todos estos desconocidos.

Se sienta a mi lado una pareja de unos 50 años largos. Ella le dice a él:
- Le he dicho a mi hermana que ya estamos aquí. Ya lo ha leído y ahora está escribiendo. Dice que ellos se levantan ahora. Lleva conectada desde las 5:02. Aquí lo pone.

El marido asiente y mira a un grupo de adolescentes que espera frente a ellos.

Últimamente vengo pensando que la gente hablamos demasiado solos. Que realmente al otro lado de las conversaciones de WhatsApp no hay nadie real, sólo parte de esta rutina social de la que hablaba antes. Incluso al hablar por teléfono con alguien de viva voz (cada vez se hace menos) detectas que, mientras, tu interlocutor hace cualquier otra cosa e interrumpe frases o palabras. Porque puede que los teléfonos sean multitarea, pero los humanos cada vez menos.

Esto me ha hecho recordar un poema de Luis García Montero en el que intenta definir qué es poesía. ¿Quizás este instante en sí sea un poema?

La poesía es la voz del que se sabe
vivo y mortal, lo dice Blas de Otero.
Y en conclusión, señores, el poema
no nace del esfuerzo de hablar solo,
es la necesidad de estarle hablando
a una silla vacía.

Texto de Antonio Ramírez
Imagen de pixabay


miércoles, 10 de abril de 2019

Desajustes temporales

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Tengo la manía, quizás absurda, de llegar temprano a todas mis citas. Es un desajuste de mi reloj interno que no acaba de acompasar sus tics y tacs con los relojes del día a día, ya sean el del móvil o el de la pulsera de actividad. Qué se yo, cada vez hay más relojes y menos tiempo para todo.

El caso es que conocí a una chica con la manía, también absurda, de llegar siempre tarde a todas sus citas.

Llegamos a acudir a un psiquiatra temporal juntos aunque al final las sesiones no nos sirvieron de mucho. Nos recomendó dejar de consultar relojes y vivir más a razón de impulsos. Que es fácil decirlo, pero hacerlo...

Yo nunca vi este desajuste como un drama pero siempre me pareció que esta chica se sentía culpable por esos minutos de más o de menos, según se mire, que dejábamos de compartir. ¿Y si era en esos momentos cuando los acontecimientos realmente importantes estaban a punto de surgir, y claro, al pillarnos separados, a mi esperando y a ella por llegar, no sucedían? 

Al poco, un miércoles cualquiera, rompimos por diferencias psicotemporales, como no podía ser de otra manera. 

Hace poco la encontré con otro hombre de la mano besándose mientras paseaban con los ojos cerrados en un alarde de coordinación amorosa, y entendí que realmente estaban hechos el uno para el otro. No le dije nada, aunque mi intención inicial fue saludarla y pedirle disculpas por mis desajustes horarios propios de la adolescencia. Se fueron calle abajo y yo disimulé mirando el escaparate de una ortopedia con carteles que anunciaban rebajas en prótesis de rodillas. 

Al momento comprendí que tal vez fuese ya demasiado tarde para volverme a saludarla. Ella, si me vio, quizás pensó que era aún demasiado pronto para volver a hablarme.

Cosas de miércoles.


Microrrelato de A. Ramírez
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jueves, 14 de marzo de 2019

Tunning personal

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Vicenta Marquínez Martínez decidió abrirse un perfil nuevo en la red social. Había llegado a la conclusión de que usando su nombre y fotos reales no conseguiría hacerse amigos nuevos e interesantes, de estos que cuelgan frases lapidarias capaces de resumir la evolución del pensamiento humano en pocas palabras.

Ella subía a la red fotos del día a día, en la parada del autobús, metiendo la compra del super en el coche, tomando un café a media mañana...lo que hacemos todos en fin. Pero claro, con su nombre y sus fotos, de dudoso glamour el resultado en likes era pésimo.

Entró en la app, eliminó su perfil, y clickó "crear nuevo perfil".

Lo primero fue elegir su nuevo nombre: Vicky Marck. Tenía gancho y desprendía un halo misterioso extranjero fantástico. Además, sería Eslovaca y carnívora, pensó,sintiéndose de repente invadida por una excitación sexual increíble. 

En creencias se definió como budista no practicante, aconfesional y albina. Sus ojos brillaban de emoción y cada vez se gustaba más a sí misma.

Para la foto usó un dibujo de Mary Shelley tuneado. Era el centenario de Frankenstein y esto dotaría su perfil, sin duda, de un factor cultureta ciertamente irresistible. Se le pasó por la cabeza hacerse con uno de Edgar Allan Poe, pero este transmitía un mal rollo que poco iba con sus intenciones virtuales.

En intereses se declaró cooperadora de una ONG defensora de familias ictiófagas de invertebrados habitantes del Pacífico.

Cuando terminó de rellenar todos los campos del formulario salió a dar una vuelta y así darle tiempo al algoritmo social de la app para que le sugiriese nuevos contactos basados en el cruzamiento de datos con otros perfiles vegetarianos defensores de la alimentación basada en la quinoa.

Cuando paró en el paso de cebra frente a su portal ya se sentía nueva y plenamente identificada con su recién creada personalidad virtual. Decidió que guardaría todos sus libros en el cuarto de contadores del bloque. Total, nadie leía ya nada y ella no quería tener nada que ver con su aburrida vida anterior.

Renovaría su armario con ropa blanca vaporosa y quizás se tiñese el pelo de algún color de moda en Korea de sur. Últimamente los grupos pop de aquella parte del mundo lo estaban petando.

Al despertar al día siguiente sufrió una recaída en su triste personalidad anterior. Fue a misa de 12 y se presignó las veces que manda el catecismo.

Recuperó los libros del cuarto de contadores y los puso a la venta en wallapop. Total, nadie leía ya nada. También se convenció de que su color de pelo no estaba tan mal, de todas formas había olvidado la clave de acceso a la app.

Cosas de jueves.



Microrrelato de A. Ramírez
Imagen de pixabay

martes, 12 de febrero de 2019

1 de Noviembre

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A veces al revivir una vieja foto de familia, se dejan recuerdos en remojo cerca de la ventana, en la cocina. Y se sienta uno, mientras tanto, a repasar garbanzos de manera meticulosa y enfermiza redescubriendo momentos que ya no se recordaban haber vivido.

De la confusión se da uno cuenta entre el cuarto garbanzo y el quinto, al fijarse en el piquito formado por el relieve que dejó su raicilla.

Y vuelves, despistado, del garbanzo a la vieja foto de familia, con ese color que ya se iba, y que ahora, al mirarla fijamente, parece que se intensifica. Que huele a otro tiempo, a nudo en el estomago, y a pellizco en la barriga. 

Casi parece otra vida, aquella de recuerdos en remojo, cerca de la ventana, en la cocina.




Microrrelato de A. Ramírez
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lunes, 21 de enero de 2019

Cabeza hueca

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Últimamente tengo la costumbre de dormir echado sobre el costado derecho. Una costumbre, pensaba, tan normal como cualquier otra.

Cuando hoy sonó el despertador amanecí así, sobre el costado derecho. He debido pasar así toda la noche porque he notado al abrir los ojos que la mitad izquierda de mi cabeza estaba hueca, un sentimiento de vacío izquierdo extraño y... vacío. Sí. Eso es, vacío. No puedo explicarlo mejor.

Se ve que el hemisferio izquierdo de mi cerebro se ha debido volcar del todo al hemisferio derecho debido a mi postura al dormir. El hemisferio izquierdo es el más complejo de los dos y está relacionado con nuestra habilidad verbal y lingüística, capacidad de análisis y razonamientos lógicos, deducciones...

La parte derecha del cerebro está más relacionada con la percepción espacial y la conducta emocional. 

Yo pensaba que los hemisferios cerebrales estaban sujetos a las paredes craneales con sofisticados sistemas de fijación pero ya veis. ¡Qué mal hechos estamos!

Al momento me he girado para quedarme boca arriba y ver si regresaban todas mis facultades(las pocas que tengo) a su estado/posición natural pero no. Todas las habilidades y facultades del hemisferio izquierdo han debido quedar atascadas en el cuerpo calloso del cerebro. Y es una auténtica putada porque la parte izquierda, tan lógica y analítica ella, ha ido a invadir y contaminar a la parte derecha, más emocional, con lo que todos mis desvaríos fantásticos y sueños raros se han visto afectados por un proceso invasivo lógico analítico que me han convertido en un tipo más automático, frío y desganado.

Al levantarme para afrontar los sinsentidos del día a día he notado que la parte izquierda de mi cabeza seguía hueca. 

Como siempre he puesto la radio. Noticias sobre qué se yo de hipotecas, notarios e impuestos. Mi oído derecho iba captando todas estas noticias con rigor analítico-fantástico (debido al volcado hemisférico) e intentaba descifrar la información para formarme un juicio propio y poder discutir con alguien si me daba por parar a tomar un café y salía el tema en alguna conversación. Nunca se sabe. 

Después de todo el día sigo sintiendo vacío el lado izquierdo de mi cabeza. Un hueco pequeño, un respiradero extraño que supongo pronto se irá llenando de matices, vicios y preocupaciones nuevas. Noto, como envueltas en brumas racionales, ideas locas con las que me acosté ayer desvaneciéndose mientras escribo.

¿Será esto envejecer?


Microrrelato de A. Ramírez
Imagen de pixabay

lunes, 17 de diciembre de 2018

Pip y su burbuja invisible

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Pip decidió un día dejar de hablar.

Hará ahora dos años de eso. Piensa que así puede concentrarse en su respiración. Inspira y espira como más pausado y parece que el tiempo se detiene o que transcurre más despacio.

Al principio todo fueron problemas. Crear una burbuja invisible alrededor de uno mismo no es cosa de un momento, y dejar de hablar de un día para otro exige fuerza de voluntad y enormes dosis de autocontrol.

Hay quien dice que una vez se le vio estirar el brazo fuera de su burbuja invisible para rozar a alguien. Que lo hizo con soltura, al girar en una esquina de sí mismo, como cuando intentas comprobar si llueve o no. Pero pasó de largo. Quizás llegó a rozarle. Quién sabe. Parecían de dimensiones distintas. Tal vez lo imaginó, y quedó tanto lío en eso. Son cosas que la gente dice que vio. Murmullos e interferencia provocados por el desgaste del día a día.


Hay veces que Pip se agobia por el ruido de la ciudad. Le agota caminar entre vivos y muertos de diferentes edades que coexisten con él entre bloques de hormigón. Entonces, cierra los ojos muy muy fuerte y se concentra en los sonidos de dentro de sí mismo hasta que superan el volumen de los del exterior.


Microrrelato de A. Ramírez
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miércoles, 21 de noviembre de 2018

El viejo teléfono público

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El viejo teléfono público, casi derretido por el óxido y el salitre del mar le llamó la atención. Debía estar ahí para recordar momentos de otro tiempo, a modo de museo urbano, de cuando todo parecía más pequeño. ¿Qué sentido tendría que siguiese allí si no?

Al momento recordó una canción de Mecano de 1982. Aquella del teléfono, en la cara B del vinilo: "que alguien me venga a salvar...254.13.26...marco tú teléfono una y otra vez. No lo coge, no lo coge, no lo coge nadie... dónde estás maldita, ponte de una vez."

Como Edward D. Malone en "El mundo perdido" pensó que todos, alguna vez, "estamos rodeados de heroísmos" y que algo se nos puede pegar. Respiró hondo y se dijo: -"Brindemos por otros mundos". A ella, fuese quien fuese ella, le resultaría inaguantable esa expresión que aludía a sentimientos ya pasados de moda. ¿Cogería esta vez el teléfono?

Marcó los números de la canción en el teclado del viejo teléfono público. Algunas teclas estaban atascadas y realmente costó presionarlas. Y así como ocurren las cosas importantes, ya sabéis, en un momento y para siempre, desapareció de la realidad en la que le había tocado vivir hasta entonces.

En seguida apareció como en otro mundo. Una chica, ¿sería ella?, se volvía al instante al ruido de un chasquido que ya se apagaba. Él comprobó con alegría que, a la vista de ese rostro, un nombre ya olvidado le bajaba de la memoria, rasgando la niebla de los recuerdos de otro tiempo, donde zozobraban perfiles que hasta ahora habían estado enterrados, de cuando todo parecía más pequeño: -“Brindemos por otros mundos”.



Microrrelato de A. Ramírez
Imagen de Pixabay 

domingo, 11 de noviembre de 2018

Abandonados vs. Adoptados música

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Abandonados: 
He ido dejando atrás a grupos de música electrónica con estética dark, caras tristes y melancólicas y sonidos contundentes: And one, Front 242, Nitzer ebb... grupos a que hace unos años seguía. Empezó a saturarme ese sonido oscuro para ocultar letras que dicen más bien poco o nada. Supongo que su estética llegó a engancharme, y sus sintetizadores me hipnotizaron. Sigo amando la música electrónica pero de temática distinta. Más variada, quizás más colorida.

Adoptados: 
Conocí a Sóley Stefánsdóttir a través de las redes sociales. Desde la primera vez que escuché su voz me enamoré. Música fría islandesa, surrealista y mágica. Creo que la palabra que la define perfectamente es soñadora. Música y letras que te invitan a un mundo interior riquísimo, en el que si cierras los ojos y escuchas con atención, puedes llegar a sumergirte. Ella misma define sus composiciones de piano para su disco Krómantík:
 “De noche, o cuando haga frío y esté lloviendo fuera, siéntate en una silla de tu salón y escucha. Si te dan ganas, muévete un poco. Imagina un piano un poco fuera de tono en una esquina, luego imagina las manos viejas. Esas manos viejas tienen una historia que contar. Esas manos son casi irreales pero es difícil poder decirlo con solo escucharlo. Esas manos tocarán hasta que Krómantík se desvanezca en el silencio y tus ojos cerrados empiecen lentamente a ver algo más profundo y oscuro.”


Texto A. Ramírez
Imagen de Sóley Stefánsdóttir

domingo, 28 de octubre de 2018

Pip, dramas y posturas.

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Pip es pequeño, podríamos decir que compacto e imperceptible. Su aspecto es frágil y desamparado, y si alguien se fija en él, casi se le salta una lágrima al momento. A veces, mientras piensa en los desastres y la pena de todo lo que le rodea, suspira frente al espejo y se dice: - ¡ay si yo fuese casi feliz!

Se sienta en su saloncito, decorado de forma exquisita, a la última moda del momento, con los mejores aparatos electrónicos y todas las comodidades posibles. Suspira y se dice: -¡Ay si yo fuese casi feliz!

Hoy, mientras talla muecas de dolor en su cara frente al espejo, la radio escupe la noticia de alguna desgracia nueva. Sus ojos casi se cierran ¡tan tristes! Su rostro expresa tal congoja y aprensión que al verse reflejado en el espejo se queda paralizado. Ahí está la perfección de su obra: la imagen más sublime de la tristeza y la pena. Con cuidado, sin variar su expresión se retira del espejo, con sus cuidadas manos cruzadas en el pecho, cómo ocultando el corazón, dispuesto a lamentarse ante todo el que quiera escuchar. ¡Ay, si yo fuese casi feliz!



Microrelato de A.Ramírez

Imagen de Pixabay


miércoles, 10 de octubre de 2018

Amor platónico de martes

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Por alguna razón desconocida no he podido quitar el oído de encima a la chica que se ha sentado en la mesa de enfrente en la cafetería. No he llegado a ver su cara porque me lo impedía el chico con el que llegó y que se sentó justo frente a ella. Pero su voz, de forma metafísica, me ha golpeado en algún registro interno, íntimo y desconocido, y ha hecho que me enamore de ella al instante. Incluso he llegado a imaginar cómo sería su corte de pelo, “el color de sus ojos al bailar”, y la forma de sus orejas.

Estar en la calle solo a menudo, hace que puedas dejarte llevar en conversaciones de extraños con personalidades seguro interesantísimas y, por lo que vale un café, dejar de ser tú mismo por un rato, con tus miserias y tus preocupaciones, y sumergirte en cuerpos y vidas ajenas.

Cuando me he centrado del todo en la conversación entre mi amor platónico de hoy martes y el imbécil que no me dejaba verla, me he dado cuenta, al fijarme en sus pausas al hablar, de que la chica respiraba. Sí. Ya sé que todos respiramos. Es un acto vital cotidiano que no sabemos apreciar y valoramos poco. Pero lo maravilloso y alucinante ha sido percibir la interacción de las espiraciones de la chica con la atmósfera que la rodeaba. Cuando el oxígeno viciado por el ambiente entraba en su cuerpo era un gas vulgar y cotidiano, en blanco y negro, pero al exhalar la chica el dióxido de carbono, empapado de sus células y bacterias, un color extrañisimo y desconocido teñía el ambiente de la cafetería. Yo al menos no había disfrutado esas tonalidades jamás. Cuando ves así la respiración de alguien, es como si vieras su alma, y sin remedio te enamoras perdidamente. Aunque sólo sea por un rato, y el enamoramiento acabe en tragedia. Yo, a partir de ahí, me he puesto a inspirar y espirar de forma consciente como Meg Ryan en “Cuando Harry encontró a Sally”. Y así, entre casos de corrupción y formaciones de gobiernos autonómicos, sobre las que los todólogos de las tertulias matinales de Susanna Griso pontificaban, nuestras exhalaciones de dióxido de carbono se han fundido en un solo ser que bailaba al ritmo marcado por explosiones de colores imposibles y titulares destacados en la televisión de la cafetería sin nombre.

Cuando he levantado la vista de mi café, ya frío, la chica y su pareja no estaban, y los todólogos de la Griso hablaban ahora de posibles pactos sobre los presupuestos generales del Estado.
Ya no tenía sentido seguir allí. He pagado mi café y me he marchado a seguir fingiendo durante lo que quede de martes que soy yo realmente, sin prestar atención a mis inspiraciones y espiraciones. Rutinas random de martes.


Microrrelato de A.Ramírez
Imagen de Pixabay