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viernes, 30 de julio de 2021

El último

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Con aspecto de náufrago, el General Crawford desbloqueó la compuerta del refugio. Al abrirla, el sol le cegó durante unos instantes. Recuperó la vista y pudo contemplar con sus propios ojos el horror que lo había estado esperando fuera. Ni su imaginación ni ninguna lectura de los ordenadores le habían preparado para ello. Ahora entendía por qué sus compañeros durante aquellos años, el Teniente Donovan y sus técnicos, no habían sido más que cadáveres uniformados. Silenciosos, inertes, vacíos. Como el resto del mundo. El General, en cambio, había estado en shock cuando repartieron las cápsulas de cianuro, y no le habían dejado ninguna para él.

Crawford se apresuró en su expedición al exterior. Tenía que encontrar provisiones, las del refugio estaban a punto de agotarse. Mientras sorteaba escombros y objetos calcinados, le pareció escuchar susurros. Miró hacia abajo y descubrió que entre los obstáculos había restos humanos. Cráneos. Pisó con más cuidado, pero no redujo el ritmo. Quería dejarlos atrás cuanto antes, temeroso de lo que pudieran decirle. En el refugio los muertos no hablaban; él, como máxima autoridad, se lo tenía prohibido. Pero allí en exterior su rango militar no le servía de nada.

Finalmente encontró lo que alguna vez fue una tienda de alimentación. Estaba casi vacía, pero al menos se mantenía en pie, y aún quedaban en su interior algunos productos. Registrando el local encontró un pequeño montón de latas. Se puso a rebuscar entre ellas hasta que se dio cuenta de que ya tenían dueño.
A pocos metros, sentado en el suelo, había un esqueleto femenino, con las cuencas oculares vacías y recubierto de una costra verdosa que hacía las veces de piel. En sus brazos sostenía un esqueletito envuelto en una manta.

        -Mira hijo. Ha venido alguien. Un General, nada menos.
        -¡Callate! - le respondió Crawford a la voz que oía en su cabeza -. No puedes hablar, estás muerta.
        -No estás en posición de darme órdenes. Y los muertos... lo sabemos todo.

Crawford intentó ignorar a aquel cadáver parlante, centrándose en llenar su mochila con latas de comida. Pero el cadáver no se callaba.

        -¿Para qué quieres eso? ¿Todavía te empeñas en sobrevivir? Olvídalo, ya no queda nadie más.
        -¡He dicho que te calles!
        -Llevas demasiado tiempo negándote la verdad, por eso no quieres hablar con nosotros.
        -No eres real.
        -No lo soy, pero lo fui, y tú me mataste. Nos mataste a todos.
        -Fueron los iraníes.
        -Ah, sí, iraníes. Pero, ¿quién hizo lanzar las primeras bombas? ¿Quién se dejó llevar por sus delirios de grandeza, pensando que sería un héroe para el Presidente y para todo el mundo entero?
        -Donovan me dijo que su dispositivo anti-radar haría invisible el ataque. Habla con él.-Ni siquiera esperaste a que lo probaran.
        -No estaba solo.
        -Esos hombres cumplían tus órdenes, y se arrepintieron. Crawford soltó la mochila y respiró hondo. Empezaba a derrumbarse.
        -¿Crees que yo no? Llevo años viviendo con eso. Es lo que querían para mí. Es lo que merezco. Nada de lo que haga va a arreglar las cosas, sólo me queda atormentarme por mis errores.
        -¿Y de qué te ha servido? Como ves, mi hijo necesita un padre. Podrías ser tú, General. ¿Por qué seguir sufriendo? Quédate con nosotros.

Aún sabiendo los peligros de estar expuesto a la radiación, Crawford consideró seriamente la oferta. Aún no estaba preparado para decidir algo así, pero, abrió una lata y se sentó a comer junto a aquella madre y su hijo. Raviolis rellenos de carne, llevaba años sin probarlos. Por primera vez en mucho, esbozó algo parecido a una sonrisa.

Aquello fue un verdadero festín. Cuando terminó se quedó tan a gusto que se tumbó a echarse una siesta. Una larga y reparadora. Se puso todo lo cómodo que pudo en aquel suelo lleno de escombros, cerró los ojos y, al fin, hizo las paces con los muertos. 

Texto de Román Pinazo
Ilustración de Saray Pavón

lunes, 26 de julio de 2021

La piedra

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La piedra, plana por un lado y ligeramente abombada por el otro y tres picos que hacían que se acoplara a su mano como un guante. Era perfecta.

Su padre le había explicado la ciencia de aquello dos días atrás cuando habían llegado a la zona del lago donde acamparían por primera vez y él, con ocho años recién cumplidos, lo había pillado a la perfección, pero la piedra nunca era la idónea.

Ahora, por fin, la había encontrado y estaba deseando tirarla…

“Papá” gritó hacia el campamento. “Papá, he encontrado una piedra genial, va a dar por lo menos seis botes antes de hundirse”.

Ya se lo contaría. Apoyó bien los pies, giró el cuerpo y lanzó el brazo hacia adelante. En el momento justo soltó la piedra.

Fue un lanzamiento perfecto.

El primer bote fue a seis metros de él. El segundo…
A su padre le encantaba bucear. 

Texto de Migue Carrión
Imagen de www.pixabay.com

sábado, 5 de noviembre de 2016

Deseos inconfesables

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Lo que de verdad ...

Quiero ser sueca
Venir
Desarmada
Des-alma-da
Empaquetada
Y llenita de agujeros


Que no me sobren piezas
Ni un tornillo en tus manos

Sentir las burbujitas
De plástico entre mis trozos

Deseo suequear todos mis contornos
Que mi espíritu sea puzle
Que tú encajes una mañana


Y venir toda dibujada
Desmembrada
Arti-cula-da
Sobre papeles con números

Quiero ser sueca
Y no sentir
Salvo el cúter que avasalla mi ataúd

Saber que pronto seré en conjunto
Y estaré de por siempre cerquita
O lejos
No sé
Pero sueca al fin y terminada


Que otros me lleven
Me traigan
Transportando los fragmentos
Y al pasar por la caja
Me sienta por fin valorada

Sueca sueño ser
Porque eso tiene
Sobre todas las cosas
Garantía de devolución

Nada sabe quien me compra

Quiero ser sueca
Dentro
Y
Fuera
E incluso en las terrazas

Que me toquen y me armen
Amen
Amén


Diseño 3D de Guillermo Núñez.
Texto: Carmen Valladolid.


Carmen Valladolid, nace en Almonte (Huelva) y actualmente reside en Sevilla. Es Artesana, Educadora Infantil, Escritora (para niños, jóvenes y adultos), Monitora de Ocio y Tiempo Libre y Formadora Ocupacional entre otras muchas cosas. Ha impartido talleres muy diversos, recitales y gracias a su formación en lengua de signos realiza cuenta cuentos para la comunidad sorda. Ha recibido distintos premios y cuenta con un buen puñado de publicaciones. Para más información visita su blog “Madame Guignol”.