Llevo varios días recluida en el dedo gordo del pie izquierdo. No me muevo. Mi cuerpo viaja, va de un lado a otro y se lee libros. Me entretiene así. Le roba unos minutos al reloj (luego siempre corriendo para llegar a tiempo) y me mira de reojo como diciéndome "¿cuándo vas a regresar a tu sitio?". Se ducha, se alimenta, incluso se acuerda de arroparme bien cuando vamos a dormir. Pero yo sigo ahí, inmóvil. Como si tuviese agorafobia.
Fotografía, texto y audio: Saray Pavón.
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