Se miraron uno a otro confundidos, incapaces de hablar, intuyendo que algo delicadamente establecido podría escapárseles. Que fuesen viejos amigos que habían pasado la infancia juntos constituía ahora una barrera: estaban avergonzados de ser quienes habían sido. Su amistad se había transformado en algo incierto y hasta se había visto constreñida en los últimos años, pero seguía siendo un hábito antiguo, y quebrarlo ahora para llegar a ser desconocidos en una situación de intimidad exigía una claridad de propósito de la que momentáneamente carecían. De momento, las palabras no parecían ofrecer una salida.
Fragmento de Expiación, Ian McEwan
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