donde siempre moré, como una yedra
crispada, sin raíz, con una piedra
como base y también como almohada.
Espera. Mi cintura encadenada
tiene un nardo amarillo que no medra.
Tengo tan dentro ya de mí la piedra
que no siento la carne lastimada.
Espera, espera. Por mi sien doblada
un niño iba durmiendo y ha varado
su sueño por las playas de la muerte.
Como el de una paloma lanceada,
su grito me salió por el costado
trémulo y triste y apretado y fuerte.
Poema de Julia Uceda
Imagen de Pixabay
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