junto a la puerta del cuarto de baño.
Son las únicas prendas del hospital
que no se lavan después de darles uso.
Como todo en nuestra época
también vienen dentro de un plástico,
encontrándose la muerte como la bollería industrial,
envasada y directa al vacío.
Una se pregunta quién fabrica los sudarios,
qué fría máquina los cose y los empaqueta
listos para cubrir cualquier cuerpo
que yazca mudo en la morgue.
Yo por sudario quisiera las manos de mi madre,
morir antes que ella
y engendrarme de nuevo en su vientre,
volver a ser niña y no tener ni idea
de que en las lavanderías de los hospitales
la muerte se apila en cajas de cartón
junto a los inodoros.
Poesía de Begoña M. Rueda
Imagen de pixabay
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