Qué inútil ahora tu mirada,
tus patas, hacia delante, inmóviles,
el blanco manchado de tu piel
donde la sangre traza sus purpúreos dibujos.
Nadie, ni tal vez tú, sabía
a qué lugar te empujaban tus pasos,
qué golpes o caricias, qué pequeña extensión de sol,
aguardaban a tu cansado cuerpo caminante.
Sin baños rituales, sin collares ni lazos,
sin palabras de halago y órdenes con dueño.
Solo, arrastrando tu peso por la noche y el día,
hasta llegar aquí, al crujido sordo de la muerte,
qué incomprensible juzgas con tus ojos atónitos.
Frágil y poderoso como la libertad
y como ella duramente vencido,
transformado en silencioso rincón de sombra,
en apagado territorio de huesos y de olvido.
Así, a la luz fría de la mañana,
esperas tu destino de cal o pobredumbre.
Quieto, bajo el polvo y la grasa, montón tierno,
imagen transparente de la tierra en que yaces.
Perro muerto en la mañana
Poema de Juan Luis Panero
Imagen de Pixabay
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