Carmen Aliaga, según lo han calificado otros autores, nos trae un pequeño diamante: treinta y cuatro poemas sin títulos, identificados por la letra roja de la primera palabra que abre el verso. Desde el mismísimo título, Libro huérfano es una bella metáfora que se despereza, abre los ojos para iniciar su tránsito con un poema que puede servir tanto de prólogo como de epílogo; en él, a ráfagas, nos dice: Salir del sueño / …abandonar / … exponerse abierto… / soñar ya no me pertenece… y lo cierra con contundencia: Los motores registran mi no velocidad. Te introducen en la esencia del poemario: Sueño, Infinitud espiritual, Introspectiva, Acercamiento, Huida y Pérdida buscándose la autora en la ausencia de sí misma, en el no reconocimiento, en la no pertenencia de este mundo cuanto menos feamente ruidoso y la quietud del abandono a la velocidad del tiempo inevitable, como inevitable es el paso del tiempo.
Un libro de una inmensa profundidad. Vértigo se siente en algunos poemas, en otros la huida, el vacío o el escapismo la sitúan más allá de ella misma, en la soledad del desamparo; soledad en la que se percibe una mezcla de rabia y de inconformismo y a la vez aceptación, (permítanme el oxímoron), aderezado con cierta melancolía y claros soplos de nostalgia. Más que existencialismo, casi metafísico dijo el poeta Alonso de Molina, misterioso, doloroso muchas veces en esa permanente lucha o conflicto de lo real con lo fatal, con lo ineludible.
Libro huérfano se divide en tres partes bien hilvanadas: I Gestación, II Alumbramiento y III Orfandad. Arropadas por el poético canto de la autora, por lo trascendente, la evocación de los recuerdos, por una construcción casi idílica de sueños y aspiraciones, por las propias vivencias y la sonoridad que sus huellas van dejando en vida.
Gestación, parece lógico, es la parte más optimista y más amable: inicia el vuelo con una cita de Chantal Millard que dice: Heme aquí creyendo, queriendo creer. Sugiere pues la autora que a ella le gustaría creer en el Mundo en el que vive. Y nos cuenta: “Amo sus esqueletos… / su corazón en carne viva / su sangre fresca […] Esa pequeña vértebra que me une al Mundo”. En otro poema dice: “No existe ningún viaje comparable /La tentación primera / La gran valla publicitaria de la vida". Pura gestación queriendo crecer. Pura rebeldía al no reconocerse ante la hostilidad que nos rodea, al que solo se siente unida por esa pequeña vértebra. Más adelante Carmen nos regala metafóricas imágenes con sabor a aspiraciones sinestésicas y nos dice “Yo ensanché mi caudal / Palpar la consistencia / del aroma que vuela [...] Los soles de su boca / la silvestre frambuesa de la espera”. Con otro brillo la poeta nos eleva con el “prodigioso vuelo del colibrí”.
En Alumbramiento, para situarnos en la escena nos dice: “Entonces / todo era miedo / incluso la pureza”. Van apareciendo sobre los raíles por donde transitan sus once poemas, el dolor presente en cada parto, como la permanente confrontación entre realidad y deseo (aprovechando a Cernuda) o la fatalidad de lo inevitable: nacer, crecer, morir; que con ese estilo tan personal que tiene la pluma de la poeta, nos lo expresa de forma mucho más soñadora afirmando: “fruta que se desploma / hueso que vuelve a la tierra [...] prematuras agujas donde enhebran alternos / los invisibles hilos de la luz”. Para ello ha tenido que “Atravesar el aire / y las locomotoras / como un dragón enorme / como en la Historia Interminable”. Y como en un gran impulso poético, nos cuenta de "cabalgar de ríos que se derraman, caóticos caballos, desde casi la muerte, de ruedas de molinos, de estrella que se estrella" y otras figuras poéticas, de intuición bien afinada, desatan nuevamente los vuelos emocionales del lector.
Nos zambullimos en Orfandad con estos versos: “Esto no es más que una zona de selva. / Vieja tierra de nadie / donde habitan / caníbales”. Podríamos entender esta orfandad como esa lucha continua que supone el existir. La muerte de los días pasados sin los cuales no serían posibles ni los presente ni los futuros.
Pero afortunadamente, este poemario admite innumerables interpretaciones: un sesudo recuento de la dicha o tragedia de los sucesos cotidianos... La poeta lanza el dardo, acercándonos a ese punto de mira donde las personas no se reconocen en el entorno donde habitan. Carmen saca toda la artillería del ingente poder del verso: “A la altura precisa [...] la dinamita estalla”. “Los perros salivan / al oler mi corazón”. “Queda declarado / el estado de sitio”.
Nos derrama la verdad de una forma directa, pero bellamente enrocada en el propio lenguaje para que sea el lector el que deduzca e interprete sus luces y sus sombras al desplegárseles las incansables alas de las emociones; buena poesía por tanto. Libro huérfano se alimenta de imágenes poéticas y es atemporal, universal, concreto, sintético, sorpresivo, insinuante, emocionante, rítmico y cuyo hilo conductor es el viejo, acertado y consabido postulado poético y filosófico del paso del tiempo por la vida.
Año: 2017
Editorial: Olifante Ediciones de Poesía, vol. 75 de Papeles de Trasmoz.
Nº de páginas: 60
PVP: 10€
0 críticas :
Publicar un comentario