Escribo porque me salva, porque es lo único
que me queda, porque fija un sonido, unas luces, el final de un acto de
amor, el escenario de unas horas de deseo. Escribo porque están conmigo
los que ya nunca estarán, porque bajo al mar desde la mesa donde apoyo
la cuartilla y me quedo quieto en la memoria de un cuerpo, y prolongo
unas voces hasta perder la noción del tiempo (días y años juntos,
apretados en un instante que me deja sin defensa). Escribo porque al
abrir el seno de una palabra encuentro la iluminación última del beso,
porque pronuncio a solas mi única verdad: esa que después desmiento con
mi vida. Escribo porque hay un llanto íntimo que me purifica desde que
comienzo a hacer signos en el papel, porque poseo las cosas desde su
respiración humana y puedo habitar aquello de lo que fui desterrado.
Escribo para ser joven y alimentar una esperanza radical, para tener lo
que no tengo y escuchar lo que nunca me dijeron. Escribo porque nunca
fue más bello el engaño.
Texto: Javier Lostalé, La rosa inclinada
Imagen de Pixabay
0 críticas :
Publicar un comentario