Sentada en un banco, acaba de recibir su primera rosa amarilla.
-¡Sandra! La cena ya está lista, ¡sube! - Inmediatamente se despidió de Q, con un beso casto tan inocente como ella, para subir a casa.
A los 12, vivió su primera mudanza, donde no solo se tuvo que acostumbrar a un nuevo hogar, sino que debía despedirse de la niña con la que pasaba la mitad de su día.
A los 16, un hombre con bata blanca cambiaba la vida de su familia, a mamá le han encontrado un quiste en un pecho. Hay que empezar con el tratamiento inmediatamente.
A los 19, mamá les dice adiós.
A los 20, la universidad y la biblioteca se convierten en su segunda casa.
A los 29, después de mucho tiempo esperando, ya puede decir que en unos meses será mamá.
A los 38, su pequeño le dice que no se siente identificado con lo que la ginecóloga le dijo en la tercera ecografía.
A los 45, hace el viaje que tantos años llevan planeando.
A los 55, le dicen que va a ser abuela por partida doble.
Todavía recuerda esos momentos en los que planeaba su futuro con su pareja.
A los 65, comienza a confundir los nombres de su familia.
Hoy, como cada día, vuelve a recibir una rosa amarilla, mientras oye la misma melodía que le proporciona la guitarra de su compañera de piso.
Hoy, como cada día, Sandra se pregunta dónde estará la niña que tanto quería.
Hoy, como cada día, Q tiene la esperanza de que recuerde que un día como hoy, comenzaron una vida juntas.
Relato de Araceli Benítez Díaz (Ara) 23/12/01
Imagen de Pixabay
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