“¡Dónde se encuentra mi familia!” entra gritando el rey con locura al castillo. Vengo a reclamar por su presencia, sentencia. Los súbditos no saben si contestarle o escapar y nunca volver al castillo para hundirse con la oscura verdad. Se observaban absortos entre ellos hasta que un valiente da un paso adelante: "mi rey, su familia lo espera como lo ha esperado hace ya veinte años, frente a la ventana de la segunda torre".
El rey queriendo no entender se abre paso entre los plebeyos, que le libran el camino hasta las escaleras. El aire se enrarece mientras el monarca sube escalón por escalón. De pronto su mente se envuelve en sus grandes batallas, en cómo arrasó con cientos de pueblos, las súplicas que no dejó salir de la boca de sus enemigos y como se volvió el ser más poderoso de esas tierras. Los escalones siguen apareciendo y el aire se enrarecía todavía más. El rey siente un peso que le corta el aire. Se deshace de su pesada armadura. Las luces se distancian más y una puerta enorme emerge ante su mirada.
Se detiene, golpea fuertemente buscando contestación y solo se le devuelve silencio. Ya molesto por no entender qué sucede empuja la puerta y en los bordes de esta se deja entrever un poco de luz. Solo la puerta y su respiración llenan la sala de sonido. El rey siente que lo tocan en la espalda. Un clérigo en quien no había reparado, ansioso por ver a los suyos lo estuvo acompañando todo el tiempo. Este le habla: "oh, gran señor ¿de verdad queréis entrar ahí?". "Sí, padre, busco a mi familia: a mi esposa reina de todo lo que observamos y a mi príncipe"
El clérigo suelta el hombro del rey y da un escalón abajo. El rey, sin entender que sucede, entra en la habitación...
Relato de Chango Bastardo
Imagen de Pixabay
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