A ella le encantaba viajar entre realidades y pesadillas, acumulando
olores y paisajes en sus labios. Cuando pasaba invisible por mi lado,
movía la boca ligeramente como mueven sus alas las mariposas, y formaba
palabras de idiomas desconocidos en mis oídos.
Yo la observaba
atentamente, dormido en mi habitación, y la seguía obsesivamente con los
ojos cerrados, como se persiguen las cosas imposibles.
Era como romperme por la mitad. Medio yo escapaba con ella de este mundo real
e inútil a cualquiera de sus paisajes oscuros y oníricos; el otro
medio yo se quedaba tumbado, envuelto en una melodía triste y tétrica,
adormilado en una postura fetal absurda, como la cáscara que queda
después de comer fruta pasada.
Estábamos tan cerca ella y mi yo
fugitivo en ese instante, que notaba los latidos de su corazón como un
goteo incesante...lup...dup, lup...dup... como el tic tac de un reloj
antiguo en el que el tiempo se perdía tan despacio que parecía que
incluso se llegaba a parar. Mi corazón apenas si era capaz de emitir un
latido.
Entonces, ella me acariciaba suavemente los párpados
cerrando mis ojos. Me mordía los labios y yo veía todos los paisajes que
ella había recorrido, y olía todos los olores en los que se había
sumergido en sus viajes invisibles.
En cuanto despegaba su boca
sangrante de la mía, todo alrededor recuperaba tristemente su velocidad
normal. Yo me mareaba y sufría, aún acostado, un vértigo atroz e
implacable. Temblaba, y las dos partes de mi mismo se reunían cruelmente
otra vez al despertar. Y desesperado, me daba cuenta de que ella no
estaba ya. Y quedaba yo tumbado, absurdo y solo, como la cáscara de una
pieza de fruta amarga, podrida ya de tanto despertar y despertar.
Texto de A. Ramírez
Imagen es la portada del Lp "Ovations", de la banda Piano Magic
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