Se dio cuenta de que le embargaba el deseo básico de su adolescencia: habitar otro cuerpo, uno que fuese más grande, fuerte y peludo, un cuerpo en el que pudiese sentirse auténticamente masculino. El tipo de cuerpo que había deseado poseer toda su vida, no como amante poseería a su amor con su abrazo, sino como posee un demonio, habitando otro cuerpo, tomándolo, expulsando a su habitante anterior.
Fragmento de "El cura", Thomas M. Dich
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