Me hiciste crecer como un
hijo recto,
que se deslizaba por las
paredes blancas,
por los suelos blancos,
por los techos blancos.
Yo me mordía los labios
para sangrar y humedecer mis llagas,
para sentir la herida
abierta.
Era una sombra de huesos
enfermos, huesos malditos.
Demasiado joven para
rasgar mi vientre y dejar mis tripas a la vista de todos.
Demasiado joven para abrir
mis piernas desnudas y blancas.
Demasiado joven para
responder.
Me cosiste tus palabras
en la lengua, con cierta ternura estéril.
Colocaste flores muertas
en mi habitación, como reflejo de mi
futuro incierto.
De la carne me saldrán
hijos blancos, enfermos y malditos.
Texto: Cristian González
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