No sé qué tendrá el bueno de Chuck (Palahniuk), pero lo ha vuelto a hacer. Bueno, en realidad sí que sé qué es lo que tiene: un apabullante y desbordante talento. Pero sobre todo un estilo tan propio que por mí podría pasar a la Historia desde ya sin ni siquiera tener que enviarlo al hoyo tan pronto (nació el 21 de febrero de 1962 y todavía le queda, espero, mucho que ofrecer). En su día sorprendió a todo el mundo con su primera novela publicada: El club de lucha (1997). Y sorprendió incluso a quienes ven como una amenaza todo que perciben como diferente. Para bien nuestro o para mal de los que no supieron o no quisieron entenderlo, no dejó indiferente a nadie.
La obra que nos ocupa, Al desnudo (Editorial DeBolsillo, Barcelona, 2013) sigue esa estela de inconformismo y rebeldía contra lo establecido, pero de una forma mucho más sutil. La trama se podría resumir en “léete cualquier biografía de cualquier actriz de los años dorados de Hollywood”. Y no es que sea aburrida, a pesar de que con esta premisa pueda parecer que me ha parecido un refrito de vidas decadentes basadas en hechos ficticios. Nada más lejos.
Tratando de sintetizar en pocas palabras una sinopsis útil, se podría decir que trata sobre lo siguiente: Hazie Coogan es una especie de sirviente-angel de la guarda que se debe a los caprichos de Katherine Kenton, una actriz venida a menos y con muchas relaciones fallidas a sus espaldas. Precisamente es el último en entrar en su cama quien preocupa a la suspicaz Hazie, quien convierte las sospechas en temor al descubrir un manuscrito de éste en el que se relata la muerte accidental de su protegida.
Tras conocer el grueso de la historia, quizá más de uno vuelva a dejar el libro de nuevo en la estantería. Pero lo extraordinario no es tanto el argumento sino la forma, como es habitual en él. La novela se presenta como un guion de cine por el que parece moverse con soltura. La verdadera protagonista y narradora, Hazie, nos va dirigiendo entre escenas, planos y fundidos a través de una trama que resultaría sencilla de no ser por la infinita riqueza de detalles y los innumerables guiños a los clásicos en blanco y negro. Incluso en un momento dado, se va intercalando la acción principal con las lecturas del mencionado manuscrito en el que el amante cuenta a su manera la vida con Katherine. Para ello, el autor emplea un lenguaje recargado y hortera, sobrado de adjetivos pomposos y desmesurados, sobre todo cuando se describe a sí mismo. De nuevo el autor vuelve a sorprender con esa capacidad de meterse en la piel de otro personaje y hacerlo creíble, pues según nos lo muestra, Webster Carlton Westward III, que así es como se llama el amante, es simplemente un aprovechado sin ingenio.
Con este lenguaje casi cien por cien cinematográfico consigue confeccionar un lienzo sobre el que proyecta su película y con el que construye una vida entera manejando los flasbacks y los distintos protagonistas con dinamismo y originalidad. Y cada escena contiene una exquisita descripción, a veces oscura, a veces divertida del entorno por el que se pasean los personajes. Si cierras los ojos puedes ver a una lánguida señorita Kathie entrecerrando los suyos y forzando una sensual y acogedora mirada ante sus invitados. Puede que mareen un poco sus continuas alusiones a personajes más o menos influyentes o importantes de la época, es cierto. Pero salvando ese detalle, es una lectura apasionante e intrigante.
Trataré de ser objetivo a la hora de calificarlo, pues soy seguidor y no sería justo. Pero sí que puedo decir que te atrapa. Y lo hace por muchos motivos. Porque sabe cómo hacerlo, porque mezcla estilos y maneja el metalibro como nadie, porque no tiene pelos en la lengua y porque sus obras son siempre una experiencia nueva y diferente.
Cita: “Cualquier entrevista, y de hecho cualquier campaña de promoción, equivale a eso que se llama «cita a ciegas» con un desconocido, durante la cual una flirtea y bate las pestañas y trata por todos los medios de que no se la follen”
Texto de A. Moreno
Imagen extraída de www.casadellibro.com
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