domingo, 22 de octubre de 2017

Shitberg Society Inc.

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Lo de Harvey Wenstein no es más que la punta de un iceberg de mierda gigantesco. Y no me refiero solo al ámbito artístico de Hollywood, en el que el productor no es ni mucho menos el único ni será por desgracia el último. Ni siquiera hablo del entorno artístico en general. Eso es un pico más de los muchos que coronan la enorme montaña de basura sumergida que es la sociedad, adornada por las nieves de la deficiente condición humana y esos gérmenes tóxicos que son el dominio machuno. La orogénesis somos nosotros, quienes de alguna manera u otra la alimentamos de porquería. En particular, el género masculino, que cuando calla, protege, ríe, comparte, tolera o favorece cualquier conducta que humille de alguna forma, por insignificante que nos parezca, la dignidad de una mujer está aportando su tonelada de putrefacción.

Y ahí precisamente está la raiz del problema, el caldo de cultivo, la sopa ancestral. Que se suavicen, se normalicen esas conductas. Que nos parezca lo normal que un tipo al que llaman periodista le pregunte a una actriz (pero evidentemente no a un actor) por su ropa interior o cómo es capaz de compaginar su trabajo con su vida familiar. Desafortunadamente también es una práctica común entre las profesionales del cuarto poder. Aunque sin duda beben de la misma fuente: la hegemonía del sapiens de pelo en pecho. No seré yo quien las juzgue, bastante tienen con aportar tamaña podredumbre a sus semejantes, pero un poco de amor propio no les vendría mal. Los mismos pasos atrás (y metros de más a la cota) los protagonizan aquellos (y sobre todo aquellas) que critican a modelos y actrices que se han sumado a las denuncias hacia el depredador citado al principio del texto (y a otros en otros momentos), tachandolas de oportunistas. En lugar de pensar "es que hace falta mucho valor para declarar que te han hecho o propuesto según qué cosas y, claro ahora se han visto fuertes" sus mentes retorcidas esputan odio y se desvían del objetivo. Son estos detalles, que a primera vista a muchos se les antojan nimios e inofensivos, los que arraigan de forma más persistente. El resto, ese crescendo de barbaridades intolerables (no es que lo anterior no lo sea) sí parece que produce más rechazo y repulsión, oh, albricias. No obstante todavía se oyen voces rancias y mohosas de un peligro incalculable del tipo "es que claro, con esa ropa va provocando" o "mira que salir sola a esas horas" o el terrorífico "dices que no pero quieres decir sí".

Si todos, y digo todxs denunciásemos, enfrentásemos, delatásemos, rechazásemos este tipo de roca sedimentaria la montaña pasaría a colina y en un futuro a llanura de mierda, porque hay otras cuestiones que me temo no podremos evitar. Es mucho más fácil sortear la inmundicia libre de cadenas entre humanos que solo nos diferenciamos por las putas hormonas y un cromosoma de mierda.


Texto de A. Moreno
Imágenes de Pixabay


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