A veces escribo notas imaginarias en el móvil o en el cuadernito marrón, abandonado desde no recuerdo cuándo en una esquina de la mesa. Escribo desde anotaciones como "experiencias cercanas a la vida" a ensayos sociológicos que podrían titularse "Existen muchos dos tipos de persona". A veces reflexiono, al borde del sueño, sobre qué tal está eso de ser a la vez Penélope y Ulises, sobre la probable fuga disociativa que sufría y sobre qué clase de acontecimiento la causó. ¿De qué escapabas, muchacha? La vida debería ser así, cerrar los ojos y que, durante un rato, los minutos se vuelvan años. Por eso me gusta dormir. O beber. Perder la conciencia a modo de huida. No sé en qué momento aprendí a sustituir la vida por la supervivencia. A veces hay suerte, engancho el bolígrafo y escribo algo parecido a esto. Y aparto el cuaderno sintiéndome merecedora del sueño que viene. Y prometo hacerlo más, como hace algún tiempo. Pero hay demasiadas cosas que hace algún tiempo no hacía y que complican la tarea de cumplir con las autopromesas. Qué más da. Puede que baste con las notitas y los ensayos al aire, con lo que escribo mientras ando, como también toda la vida. Quizás no haya cambiado tanto. Aquí sigo. Quizás no haya cambiado tanto para según qué nostalgias.
Texto de Laura Pascual
Imagen de Pixabay (retocada)
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