jueves, 31 de agosto de 2017

Automatismo I (las manos)

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Luca había dormido a pierna suelta esa noche, la tarde anterior fue agitada en el trabajo. Solía pasar todos los viernes; como sábado y domingo se cerraba el negocio por descanso del personal, la tarde del último día laboral de la semana fue muy fructífera en cuanto a solicitud de mercancía y preparación de pedidos para el lunes. La fábrica funcionaba bien.

Salió cansado ese viernes, pero no faltó a su cita con el gimnasio. Solía asistir a clases de crossfit tres días por semana desde hace unos diecisiete meses. No tiene un cuerpo musculoso ni muy marcado, más bien un perfil de atleta fibroso y ágil debido a la disciplina deportiva que practica. Cuarenta y un años, 175 cm. y unos 70 kg. Es y tiene un buen tipo. Es moreno, suele ir con barba de seis días que mal afeita un séptimo para seguir manteniendo ese aspecto de guapo descuidado. Porque es guapo. Lleva el pelo rapado al dos, suele ir depilado entero por comodidad a la hora de ejercer deporte y tiene dos tatuajes tribales, no he podido distinguir qué son exactamente, pero lleva uno en el brazo izquierdo por su cara exterior a cuatro centímetros por debajo del hombro y otro en su pierna izquierda, en el gemelo. Sale a correr dos veces a la semana por la mañana temprano mientras casi todos duermen. Vive sólo y está soltero.

Por ello, entre el crossfit y el trabajo, la noche de ese viernes fue muy generosa en cuanto a plenitud de descanso y horas de sueño profundo. ¡Casi nueve horas seguidas en los brazos de la mujer de Morfeo! Todo un record. Lo olvidaba, aunque sea un dato irrelevante, Luca es heterosexual.

Despertó aturdido, cansado. Es curioso, cuando un adulto duerme mucho y bien, se levanta pronto y mal. Eran apenas las nueve y se quedó un rato más despierto en la cama. El sol hacía ya horas que entraba en su cuarto por la ventana con la persiana a medio bajar, y calentaba, porque a finales de mayo ya se va notando el calorcito. Da igual la estación del año que sea, Luca siempre duerme igual, desnudo.

Estaba cómodo y relajado, como todo varón que se precie, despertó con su polla ligeramente eréctil y dura. Hacía ocho días que no follaba ni se masturbaba, por lo que estaba algo excitado y con la testosterona rebosando. Empezó a tocarse despacio, a acariciarse el miembro desde la base hasta la punta en suave masaje con la yema de sus dedos. Subía y volvía a bajar en mecánico movimiento, desde la base de sus depilados testículos hasta la punta de su potente fusta, aún envuelta por el fino prepucio.

Luca tiene una polla hermosa; en momentos álgidos puede alcanzar los 27 cm. Es dura, muy dura, y gorda en su base para estilizarse a medida que sube. En erección se le marcan duramente las venas que la sustentan pareciendo que van a estallar en cualquier momento. Empalmado tiene un rictus hosco muy morboso.

Sigue la mano izquierda bajo la sábana sedosa su particular sube y baja acariciando al cada vez más excitado pene. Se acelera la respiración, los latidos aumentan paulatinamente y el sudor brota tímidamente en el cuerpo de Luca; con un fuerte movimiento de piernas empuja la ropa de la cama hacia abajo, cayendo ésta incluso al piso de tarima y quedando el cuerpo totalmente desnudo al descubierto sobre la cama, cada vez más revuelta por los movimientos bruscos fruto de la progresiva excitación.

Sus testículos están cada vez más duros, poco a poco se van llenando y parecen latir con cada suspiro de Luca que, furioso, agarra fuerte su polla para desplazar hacía atrás el prepucio dejando al descubierto su brillante y rosado capullo. Es un glande hermoso, bastante ancho y muy marcado, la tirantez del prepucio le engrandece aún más, y al estar todo el perímetro rasurado hace que, en conjunto, la polla luzca plena y más grande aún de lo que realmente es. Al apretarla, brota de la punta un pequeño chorro de líquido transparente y resbaladizo que empieza a lubricar poco a poco el duro capullo.

A ratos veloz, a ratos lento y sosegado. Suda y respira agitado, serpentea en la cama entre tímidos gemidos y con los ojos cerrados. Dobla la almohada para elevar su cabeza y poder mirar su enorme polla mientras se masturba. La mano agarra firme el falo y en bombeo constante cubre y descubre al capullo babeante y cada vez más púrpura; movimientos violentos pero fáciles por la abundante lubricación ya. Con una mano agarra fuerte sus huevos, los pellizca para sentir punzadas de dolor mientras que con la otra mano no para de pajearse cada vez más rápido.

Se detiene un momento para recolocarse, la cama está empapada de sudor y se encarama hacia el cabecero para sentarse y recostarse sobre la pared; una vez, ubicado en la nueva posición, agarra de nuevo la polla palpitante chorreando; está a tope, al máximo que puede alcanzar de erección, las venas muy marcadas y latentes. Por unos segundos masajea en círculos el capullo y deja su mano impregnada del lubricante natural, la acerca a su boca y se chupa despacio los dedos manchando sus labios con la viscosa esencia.

El ritmo es frenético, se le marcan los abdominales del esfuerzo y el sudor resbala por su cuello cayendo por su torso depilado; chupa el dedo corazón de su mano derecha mientras que con la izquierda acelera el ritmo de la masturbación, respira muy rápido, muy seguido, con la boca entreabierta soltando gemidos y dando pequeños gritos: —¡Sí, sí, sí...guau!—.

Pasa el dedo corazón de su mano derecha por su empapado capullo, hace círculos en la punta de la uretra y con la zurda sigue machacándosela. Luca está a punto de correrse, tiene los testículos durísimos y casi subidos, los músculos de su cuerpo empiezan  ponerse tensos; Luca sigue pasando el dedo corazón de su mano derecha por su capullo, una vez humedecido lo acerca a su ano e intenta introducirlo despacio. Le cuesta. Al final consigue meter unos dos centímetros de dedo. Suficiente porque más le molesta. Sigue pajeando su dura polla. Sigue metiendo y sacando parte de su dedo en su ano. No puede más, un escalofrío brutal recorre su columna vertebral, saca el dedo de su culo y agarra fuerte las sábanas arrugándolas. Sigue furioso masturbándose, se recuesta sobre la pared sentado en la cama...—Aaaah...ya, ya...¡me corro!—.

Con la polla fuertemente agarrada, cesa el «metesaca», dos grandes sacudidas salpican de gotas de semen su vientre. Son los prolegómenos a la brutal eyaculación. Varias contracciones mientras aprieta fuerte su polla con el capullo al máximo dan paso a un torrente de lefa. Espesa, caliente, como lava blanca resbala por su pene erguido y se entrelaza con los dedos de la mano que hace unos segundos le pajeaba. Una sacudida más corta, otro pequeño derrame de leche que sale despedido hasta uno de sus muslos. Luca cae rendido tumbado boca arriba en la cama. Su pene palpita, expulsa alguna gota más y empieza a ponerse flácido. Con sus manos limpia parte de la corrida que se extiende por su vientre y muslos. Luca respira tranquilo, sosegado, vacío. Esta mañana no saldrá a correr a la calle pues ya corrió(se) en casa.


Relato de Lucífogo Rofocale (Conde Lucamor)
Dibujo de Saray Pavón


 

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